María y Ana, dos amigas de 5 años, están jugando a muñecas. José, el primo de María quiere jugar con ellas, pero no le dejan. El no se rinde e intenta convencerles que puede hacer de padre, hasta que María, harta de sus interrupciones, le espeta: ‘¡Cómo vas a ser padre! ¡Todavía te haces pis por las noches!’ Las dos se ríen y José, ofendido y humillado, se aleja en busca de su madre. Otro ejemplo: Javier y Sergio son hermanos de 5 y 3 años. Javier es un niño nervioso y emprendedor; inventa juegos fantásticos. Su hermano es su gran aliado, tiene un carácter plácido y tranquilo. Le sigue por todas las partes y así los dos se pasan los días jugando juntos. Pero hay un problema y ésta es la forma en la que el mayor trata a su hermano pequeño: lo manda, lo critica y lo domina por completo. Parecen maestro y esclavo. Los padres los observan atónitos: no comprenden de dónde saca su primogénito estos modales. Ellos nunca les hablan a sus hijos así ni nadie en su entorno familiar. Por lo tanto no se trata de una imitación. Debe de venir del niño mismo. Una y otra vez le explican a Javier que Sergio no es una muñeca a la que se puede coger y tirar como quiera, sino una persona de carne, hueso y ¡corazón! Pero sus palabras surten poco efecto.
LAS CAUSAS
Cuando los niños tienen de dos a tres años, ya son capaces de solidarizarse con sentimientos básicos, como la alegría, tristeza o la ira. Estos les resultan familiares por propia experiencia y no tienen dificultad para catalogarlos. Por ello el niño pequeño puede dar su chupete a otro, que está llorando. Pero otros sentimientos más complicados no saben definir. María conocerá la vergüenza o el azoramiento por propia experiencia, pero no sabe identificar ni calificar este sentimiento, cuando a causa de su comentario le hace sentirse avergonzado a su primo. Y por ello no le da apuros de reírse de los problemas de él. La capacidad de comprender plenamente lo que siente otra persona, no se desarrolla hasta después de los seis años. Los niños son seres honestos, concentrados en sus propios deseos y necesidades inmediatas y dicen lo que piensan; no se retienen a utilizar palabras insultantes con tal de conseguir lo que quieren. De allí radica el problema.
REMEDIOS
No hay que tolerar las conductas con las que un niño hace daño al otro. Aunque las peleas son una faceta normal en la vida del niño, una conducta mezquina y malintencionada con otra persona ¡es intolerable! La madre de María comenta la situación con su hija a solas y los padres de Javier le separan a veces del hermanito y le mandan a su cuarto, mientras que Sergio puede quedarse en el salón. Hay más pautas que ayudan al niño a ponerse en la piel de otra persona:
Enséñale a dar nombre a los sentimientos más complicados. Pej. tu hijo está frustrado porque un puzzle no le sale y lo tira. Dile algo como: ‘ya veo que estás frustrado. Da rabia cuando las cosas no salen como uno quiere. Si lo intentas de nuevo, quizás dejarás de estar frustrado y te sentirás contento’.
Hablarle de las propias emociones le ayudará a conocerlas. No hay nada malo en admitirle que estás frustrada, excitada, dolida, etc. Esto le facilitará el conocimiento de la gran escala de emociones.
Solidarizarte con tu hijo le ayudará en comportarse mejor con sus amigos: tu actitud le servirá de modelo en las interacciones con sus amigos. Un ejemplo: tu hijo sale del colegio quejándose de que no le han invitado a un cumpleaños. Si le dices ‘bueno, habrá otras fiestas’, no entras en la dinámica de sus sentimientos. Si le dices: ’cuánto lo siento, debe dolerte’, le demuestras empatía y se sentirá escuchado. Quizás le motive para contarte lo que pasó (una pelea con el anfitrión u otro motivo).
Explícale las consecuencias de sus palabras o actos. La madre de María recordó una situación en la que la niña se había sentido avergonzada y la comparó con la situación que vivió José. Así María entiende el efecto de su ‘mala’ lengua. Al mismo tiempo la madre le da a entender que no es malo querer seguir jugando con la amiga, pero que hay otras formas de decírselo a una tercera persona.
Elogia cualquier gesto de conducta solidaria; ésta es la mejor forma de conseguir comportamientos positivos.
A pesar de la crueldad de los niños, también es cierto que hasta en niños muy pequeños se observa gestos que delatan un sentir humano para el prójimo. Y esto hay que cuidarlo y elogiarlo y donde falte, proporcionarle modelos positivos.
¿SABIAS QUÉ?
‘Te odio’ o ‘ya no eres mi amigo’ son expresiones normales con las que el niño expresa sus sentimientos negativos. En sí no es malo que los exprese (si los reprime, los liberará de otra forma). Con el paso del tiempo y gracias a una buena educación el niño aprenderá a ponerse en lugar de otra persona. También la lectura de libros que fomenten la solidaridad como ‘El gato de Tigali’ o ‘Visitantes en Navidad’ de la colección Pequeños ciudadanos’ de la Editorial Bruño es una buena manera de inculcarle valores positivos.
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