Se trata de que los niños actuales tengan poco contacto con la naturaleza.
Este tema me preocupa, porque la naturaleza es muy importante en nuestra vida, mejor dicho, formamos parte de ella. Me encuentro con niños que no saben de dónde procede la leche ni han visto jamás un escarabajo.
Mis recuerdos más bonitos de mi infancia están relacionados con la naturaleza, como las vacaciones de verano. Acampábamos al lado de un río o en un claro de bosque, frente a un prado donde pastaban las vacas. De la mañana hasta la noche jugábamos al aire libre, construimos puentes de piedras en un arroyo, cambiando el curso del agua y nos tumbábamos en la hierba mientras nuestra madre nos leía ‘Las aventuras de Niels Holgerson’. Y ya acostados en la tienda, escuchábamos el grito del búho o, con un poco de suerte, el precioso canto del ruiseñor. También disfruté de las tardes después del cole cuando jugaba en la calle hasta la hora de cenar. Solo tenía una actividad extraescolar por semana y no existían los deberes (en Holanda no los daban hasta Secundaria). Había mucho tiempo para jugar. Y siempre que se podía, lo hacíamos al aire libre.
Hoy en día los niños van en coche del cole a sus múltiples actividades extraescolares. Vuelven a casa, hacen los deberes y se acuestan. Quiere decir, tienen poco tiempo para jugar y apenas contacto con la naturaleza.
FALTA DE CONTACTO CON LA NATURALEZA
Richard Louv, asesor del Comité del Desarrollo Infantil del Consejo Científico Nacional de los EE.UU., escribió el libro ‘Los últimos niños en el bosque’. Concluye, tras una investigación en muchos países, que los niños actuales tienen menos contacto con la naturaleza que los de otros tiempos. Juegan menos fuera de casa. El tráfico absorbe gran parte del espacio disponible; los padres planean las horas libres de sus retoños con actividades organizadas; el cole les encarga deberes y los juegos electrónicos les seducen a pasar el tiempo en casa sentados.
Este cambio de hábitos es poco saludable: acarrea problemas como una disminución del uso de los sentidos. Son justo los elementos del entorno, como el sol, el viento, el agua que aviven nuestros sentidos. Además, los niños no disfrutan de los efectos calmantes que nos ofrece la naturaleza. Esta nos relaja, siendo para nosotros, tantos niños como adultos, un entorno natural. Hay psicólogos que afirman que el aumento de casos de niños hiperactivos tiene su raíz en la pérdida del contacto con la naturaleza. Un estudio de la Universidad de Illinois demuestra que interactuar con la naturaleza reduce los síntomas del ADD (Trastorno de Déficit de Atención). Yo misma observo en mi consulta un aumento de hábitos nerviosos en los niños, seguramente debido a lo mismo. Los niños andan estresados. Jugar al aire libre es relajante y saludable, que además les enseña habilidades sociales, como el toma y daca en las relaciones con sus coetáneos.
Al contrario con otros trastornos, el trastorno del Déficit de la Naturaleza tiene una fácil solución y más ahora que estamos en una buena época estacional. ¿Cuál? Salir a diario con los hijos y pasar tiempo con ellos al aire libre sin plan previo. A ellos mismos se les ocurrirán ideas. No hace falta irse lejos: un paseo por el parque ya es sano. Y en los fines de semana planear una salido al campo, al bosque o a la playa. Así todos os nutriréis de la vitamina N, de Naturaleza.
Más información:
Los últimos niños en el bosque, Richard Louv, Editorial Capitán Swing