Julia, tras un largo día de trabajo, se apresura para recoger a su hijo, de 2 años. Tiene ganas de estar con él y estrecharlo entre sus brazos. Se imagina una tarde armoniosa con él. Pero la realidad es otra: cuando entra en la guardería, su hijo le otorga una sonrisa, pero al mismo tiempo se aleja corriendo y empieza a jugar con los bloques. Cuando Julia le llama para irse a casa, se resiste: aún quiere subirse al tractor, hacer un dibujo, etc. Al final Julia tiene que llevárselo a la fuerza, mientras el niño grita y patalea. A María le pasa algo parecido. Su hija ha estado con la canguro. La encuentra felizmente jugando en la alfombra. Al ver entrar a su madre, la niña corre hacia ella, se aferra a su cuello y arremete contra ella. ¡Qué raro!, dice la canguro, ‘hoy ha tenido realmente un buen día’.
LAS CAUSAS DE ESTAS CONDUCTAS
¿Por qué se comportan así? En primer lugar, a los niños pequeños (entre 18 y 36 meses) les cuesta aceptar las transiciones (el cambio de una situación a otra). Todavía no tienen la flexibilidad para ello. Además, al final del día el nivel de azúcar es bajo y el cansancio elevado, y por ello se descontrolan con facilidad. No es extraño que el niño, que ha estado bien durante todo el día, empiece a dar patadas, gritar y protestar. O que se aferre a la falda de su madre, como diciendo: ‘Durante todo el día he estado bastante autosuficiente, pero ahora ya no puedo más’. Esta es otra de las causas: el niño habrá vivido algún que otro momento de tensión durante la jornada (alguien le empujó, la monitora no le prestó la atención requerida, etc.) y te ha echado de menos. Al volver al verte, estos sentimientos afloran con toda su fuerza y el niño necesita expresarlos. El pediatra americano Berry Brazelton dice al respecto: ‘Los niños van acumulando sus reacciones poderosas para cuando se reencuentren con sus padres por la tarde’. En otras palabras: es normal que los hijos hagan menos caso y se comporten peor en tu presencia, ya que contigo (y el papá) ellos se atreven a ser ellos mismos, con sus regresiones, dificultades y limitaciones. Durante la primera infancia, el comportamiento más intenso y más difícil va dirigido hacia vosotros, los padres, ya que vosotros sois para él ‘el puerto seguro’ al cual regresa, dejando de lado sus inhibiciones y al que puede llegar a expresar sus emociones más fuertes. Es gracias al alto nivel de confianza por lo que el niño se desinhibe cuando vuelve a veros. ¿Estará enfadado conmigo? se pregunta Julia, al ver que su hijo pasa de ella. Quizás lo esté por haberse separado de él y por ello se muestra distante o rebelde. Al intentar hacer frente a estos sentimientos, el niño necesita mantener cierta distancia de ti, hasta que sea capaz de alegrarse de tu vuelta. Pero siempre termina alegrándose de ello, ¡no lo dudes!
¿CÓMO ACTUAR?
He aquí unas pautas para suavizar estos difíciles reencuentros:
. Establece una rutina predecible. Intenta llegar siempre a la misma hora. Así tu hijo sabe cuándo esperarte. Si algún día te retrasas, informa al centro para que le preparen ante ello.
. Saluda primero a tu hijo, en vez de dirigirte a la cuidadora. Si no, dificultas su buena conducta, ya que posiblemente sienta celos al verte hablando con ella.
. No tomes a mal su conducta. Si protesta, grita, etc. sobreponte a la situación y no le digas nada (ni críticas ni chantajes). Suelen ser solo unos minutos. Al no darlo importancia, le ayudas a recuperar su buen estado de humor y al momento todo está olvidado. Así que no te alteres y dile simplemente, dándole la mano: ‘Cariño, nos vamos a casa’.
. Llévale algo para comer, como galletas, un zumo. Comer o beber baja el estrés y hace que el regreso a casa sea más agradable.
. Dedica las primeras horas exclusivamente a él. Es positivo que después de tu ausencia, tengas tiempo para estar con él: merendar juntos, jugar un rato o ir con él al parque. Así el niño se recupera de los malos sentimientos y todo vuelve a ser normal. Guarda las tareas para más adelante y compártelas preferiblemente con tu pareja.
Ten presente que tu hijo no se comporta así, porque no te quiere o lo estás haciendo mal. Al contrario: te quiere y te necesita. Se trata de una etapa pasajera, ya que alrededor de los cuatro años, el niño se siente más seguro de sí mismo y entonces, las separaciones y los reencuentros serán más fáciles.
LECTURAS QUE AYUDAN
Es bueno tener en cuenta que pasar un día en compañía que no sean los propios padres, no es nada fácil para el niño pequeño, cuando aún necesita la seguridad familiar. Pasar de su conducta difícil en el reencuentro y tener paciencia es lo más sabio. Y leer con él estas lecturas:
‘Adivina cuánto te quiero’ Sam MC Bratney /Kókinos
‘Siempre te querré’ Debi Gliori / Timun Mas
‘¿Quién te quiere osito?’ La Galera
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