La mayoría se debe a separaciones y divorcios, pero el número de madres que optan por ejercer la paternidad a solas, también aumenta. ¿Qué significa educar solo a un hijo?
Algunos progenitores se encuentran en la situación de educar al hijo solos sin haberlo querido de este modo. Son los divorciados o los viudos. Otros lo eligen libremente, en su mayoría madres. Pero todos tienen los mismos interrogantes: ¿Estoy a la altura? ¿Doy la talla? ¿Soy capaz de ser madre y padre a la vez? Como no hay otro progenitor con quien tomar decisiones, el que educa solo, sopesa cada asunto, cada decisión dos o más veces, siente la responsabilidad con mayor peso y sufre más sentimientos de culpabilidad. Culpabilidad por no poder ofrecer al hijo el modelo de una familia unida y por no poder ser madre y padre al mismo tiempo, algo imposible. Y también preocupación por las consecuencias de la ausencia de un progenitor, acompañada de la tendencia de achacar los problemas del hijo a los efectos de tal situación. Si no rinde bien en el colegio o si se enzarza en peleas con sus compañeros, la madre (o padre) fácilmente piensa que es por culpa de educarle solo (en realidad influyen muchos más factores). Educar solo a un hijo lo han hecho a lo largo de la historia muchas mujeres (y algunos hombres) y no es necesariamente negativo, pero conlleva una serie de dificultades típicas que conviene tener presente. Miremos las siguientes situaciones.
TRANSMITIR AUTORIDAD
Celia, 42 años: ‘Acabo de separarme y ahora vivo sola con mis hijos de 14 y 16 años. El padre formó otra familia y vive a 500 km de nosotros. Me cuesta imponer límites, más ahora que empiezan a rebelarse y buscar su independencia. Me preocupa porque pienso que necesitan la autoridad de un padre’.
La adolescencia es una etapa difícil para cualquier padre y más para el que educa solo. Una separación (o muerte) tiende a intensificar la adolescencia; las conductas típicas (oposición, independencia, búsqueda de límites, etc.) se acentúan, en parte porque el joven se siente dolido por la ausencia de su progenitor. Esta etapa y es sí es una fase de dudas existenciales y si los padres no logran sostener en pie su relación, las dudas aumentan. El adolescente, además, busca libertad e independencia, algo normal y sano a su edad. Al educador le corresponde la ingrata tarea de vigilar esta independencia, en aras de seguridad y responsabilidad del joven. De ahí surgen discusiones y desacuerdos. El padre ‘ausente’ puede seguir ejerciendo su autoridad. No está físicamente presente en el día a día, pero puede estarlo a nivel emocional. Conviene ponerse de acuerdo, los dos, sobre temas relevantes, como la elección de una carrera, el ‘sí’ o ‘no’ para la moto, los hábitos a la hora de salir, etc. Las opiniones del padre se pueden integrar en las discusiones. ‘Vuestro padre opina……’. Para hacerlo bien, no hay que idealizarle ni utilizarle como la autoridad severa. Se trata de que él esté allí, desde la distancia, para apoyar la vida cotidiana con los adolescentes. El teléfono (el Skype) también es un buen aliado para este fin. Uno puede ocuparse solo de los hijos, pero no puede educar solo. Una persona sola no puede transmitir al hijo todas las normas y los valores que un joven necesita para formar su identidad. Si el otro progenitor no está disponible como segunda referencia, es importante recurrir a un familiar o un amigo con cierto poder educativo. Esta persona, cercana a la familia, puede ser una ayuda importante.
Consejo de Francisco Gaita, psicólogo: ‘El progenitor que educa solo no debe temer el rechazo del hijo, ya que en este caso le costará tomar decisiones y es fácilmente vulnerable al chantaje emocional del hijo. Hay que confiar en el propio sentido común. Cierto distanciamiento entre padres e hijo en esta fase es inevitable y necesario para que el joven encuentre su identidad.
ELEGIR EL MODELO DE LA FAMILIA MONOPARENTAL
Ana, 38 años: ‘He vivido en pareja, pero llevo tres años soltera, con mi hija de 8 años. Estoy mucho más feliz y no quiero volver a vivir en pareja. Pero algo en mí me dice que no le ofrezco a mi hija un buen modelo familiar’.
Hay muchos tipos de familia y no existe el modelo idóneo que sirva a todos. No es raro que tanto hombres como mujeres descubran que en el fondo prefieren vivir solos o bien en pareja del mismo sexo. Lo positivo para los hijos es que ellos aprendan por su ejemplo que cada uno debe buscar su felicidad y vivir su vida de acuerdo con sus ideales, aunque vaya en contra del modelo estándar. Además, la felicidad del padre es algo que transmite al hijo a diario. Lo que se debe evitar es formar una unión de dependencia con el hijo (o la hija). Éste debe ocupar el lugar del hijo y no del ‘acompañante’ en la vida. También es cierto que todo niño necesita una madre y un padre. Son dos ejemplos complementarios y al disponer de los dos, aunque sin convivir, los niños se benefician de formas diferentes. Cada uno le aporta otras experiencias y le hacen ver el mundo de otro modo. Puede ser otro hombre el que desempeña este papel, como el abuelo, un tío o un amigo de la familia o incluso varias personas. Pero es muy positivo que en su vida haya esta persona con la que el niño tenga un lazo especial, a parte del vínculo con la madre. Una de las mayores ventajas de tener dos progenitores es que, al menos potencialmente, el niño tiene acceso a más atención, dedicación, energía y cariño por parte de los adultos. Cuando uno de los dos pasa por un periodo difícil en su vida, siempre queda alguien a quien recurrir. El progenitor sin custodia no debe desaparecer de la vida de los hijos.
Consejo de Francisco Gaita, psicólogo: ‘Cuando solo existe un modelo educativo en casa (suele ser el de la madre), se debe compensar la ausencia del progenitor que falta. La madre es un ejemplo para su hija en cuanto a la identidad femenina y el padre le enseña cómo relacionarse y sentirse a gusto con los hombres. Para el hijo sirve lo mismo en sentido contrario.
CADA CASA ¿SUS NORMAS?
Virginia, 39 años: ‘Mis hijas, de 10 y 6 años, se quejan de que en casa de papá se les permite hacer mucho más que en la mía. Con él no puedo hablar de este tema, ya que apenas tenemos comunicación. Estas quejas acaban con mi paciencia. ¿No es mejor que haya un mutuo acuerdo entre las dos partes en cuanto a normas educativas?
Las discrepancias en la educación suelen acentuarse una vez que los progenitores empiezan a vivir cada uno por su cuenta. Ahora cada parte se siente libre de llevar su vida como le parece bien y no hay que seguir hábitos por el bien de la ‘armonía familiar’. Así que las diferencias entre ambas partes se agrandan. No es necesario que en las dos casas haya un estilo de vida similar. Lo que sí es importante que se respete el estilo de cada progenitor. Se puede decir a los hijos que en casa de papá reinan sus normas y en la de la madre, otras. Los intentos para aprovecharse de la situación (‘pero papá sí me deja), deben ser ignorados. No obstante, sobre temas relevantes hay que buscar el consenso, como asuntos del colegio, actividades extra-escolares, el horario del sueño, etc. En general con asuntos relacionados con la salud y seguridad del hijo. Las dos partes siguen compartiendo la responsabilidad de la paternidad. Solucionar las diferencias y buscar el acuerdo en estos temas les beneficia a los hijos.
Consejo de Sonia Ramírez, psicóloga: los padres deben evitar hablar mal el uno del otro en presencia del hijo. Para él los dos son sus figuras de apego más importantes de su vida. Estas críticas le crean conflictos de lealtad y aumentan su sensación de soledad y abandono.
MANTENER LA RELACIÓN DE ADULTO A HIJO
Marian, 40 años: ‘Desde un año soy viuda. Mi hija mayor, 11 años, se preocupa mucho por mí y se siente más responsable de lo que yo quisiera. Quizás en este año me aferrara mucho a ella, al sentirme tan desolada, pero ahora quiero cambiar esta dependencia entre nosotras. Quiero que ella vuelva a ser niña’.
Muchas veces en las familias donde se vive una separación o muerte, los hijos mayores (y más aún las hijas mayores) desempeñan la función de confidente del adulto. Es un papel que no les corresponde (se llama ‘parentificación’: el hijo hace de padre para su progenitor). Es bueno hablar con ella sobre este tema y animarla a que deje de ‘cuidar’. Más que palabras, lo que le va a ayudar, es percibir un cambio en la actitud materna. Si ella ve a su madre mejor preparada para afrontar la vida sola, se relajará y volverá a ocupar el lugar de hija. La madre, por su parte, debe buscar apoyo por otras vías, que le permitan elaborar el duelo, como por ejemplo un grupo de apoyo con personas que pasen por lo mismo, una buena amiga o un diario. Se pueden reinvertir roles en el seno familiar y a veces simples cambios, como dormir cada miembro en su cuarto en vez de compartir la cama materna, ponen fin a relaciones no sanas.
Consejo de Francisco Gaita, psicólogo: ‘Es probable que la niña no haya asimilado bien la pérdida de su padre. Ocuparse de su madre también era una manera para esquivar el propio dolor. Posiblemente ahora necesite ayuda para aceptar su ausencia’.
EVITAR EL AISLAMIENTO
Clara, 37 años: ‘No tengo ningún tipo de vida social al margen de mis hijos. No es que no quiera. Simplemente no dispongo de tiempo ni de dinero’.
El bienestar a largo plazo del progenitor que educa solo depende de su capacidad de crearse una nueva identidad en la que el ser padre solo sea una parte de todo, no el todo. Una vida propia al margen de los hijos ayuda a ser mejor padre; esto es así para todos los padres, pero en especial para los que educan solos. Ayuda a tener una perspectiva más amplia para interpretar y hacer frente a las necesidades del hijo. También significa encontrar nuevas formas interesantes para pasar el tiempo libro y redefinir viejas relaciones con personas que solo le conocían como parte de una pareja. Las asociaciones de divorciados pueden ser un apoyo y una oportunidad para conocer gente, igual como formar parte de una ONG o practicar algún deporte, hacer un cursillo, etc.
Consejo de Sonia Ramírez: ‘Suele haber una sensación de fracaso en el primero tiempo posterior a la ruptura, lo cual reduce la confianza en uno mismo a la hora de entablar contactos. Pero el hecho de que el matrimonio no funcionase, no implica necesariamente que uno no disponga de cualidades para ser una buena amiga o una madre (o padre). Hay que recuperar la confianza en sí mismo’.
SUPERAR LOS PROPIOS PROBLEMAS
Claudia, 35 años: ‘Mi pareja se fue a vivir con su amante. Desde seis meses soy madre soltera contra mi voluntad y educar a mis dos hijos de 6 y 4 años se me hace cuesta arriba. Voy a un psicólogo, pero aun así me siento deprimida y abatida. No soy la madre que quisiera ser para ellos y no logro esconder mi estado de ánimos. Esto me hace sentirme culpable’.
La culpabilidad agrava aún más la tristeza y se crea un círculo vicioso. Hay que tener en cuenta que tras una ruptura o muerte, siempre hay un periodo de duelo. Casi todas las familias monoparentales se construyen sobre el dolor; hay una pérdida de un proyecto de vida, empezado conjuntamente. Es bueno explicar a los hijos los propios sentimientos; hacerles ver que ellos no son la culpa y darles a entender que éstos con el tiempo se irán solucionando. Un niño pequeño no tiene esta perspectiva y teme que su madre no volverá a ser nunca más la madre que fue. Por tanto es bueno darles esa expectativa, como por ejemplo ‘cuando me sienta mejor, haremos algo especial ¿vale?’. Hay que aceptar la tristeza y el duelo, pero ahuyentar los sentimientos de culpabilidad, que son negativos y no conducen a nada. Escribir en un diario, quizás dirigiéndose a los hijos, puede ser una gran ayuda, igual que una rutina diaria como tomar café con una buena amiga antes de empezar la jornada.
Consejo de Sonia Ramírez: ‘El abatimiento se combate al ser físicamente activo (dar paseos, hacer deportes, ir en bici), ya que al moverse se segregan endorfinas, hormonas que benefician el bienestar. Son el mejor antidepresivo natural’.
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Coks Feenstra
Parte de este artículo fue publicada en la revista Psychologies, 2012 nº 86