Las mascotas empiezan a ser importantes cuando el bebé se da cuenta de que el mundo abarca más que mamá y papá; esto ocurre entre los seis y nueve meses. El niño se encariña con algún objeto, como un peluche, una mantita o un trapo suave. Vosotros, como padres no podéis influir en ello. Tal vez os guste que se encariñe con el elefantito rosa que le regaló la abuela, pero es el niño el que elige. Aun así está demostrado que el niño escoge como mascota uno de los objetos que están a su alcance desde los primeros meses, como el peluche que está al cabezal de su cuna o la manta que cubre su cochecito. Por lo tanto al colocar sus peluches cerca de él durante los primeros meses de su vida, se incrementa la posibilidad de que uno de éstos se convierta en su objeto preferido (aunque no todos los niños tienen una mascota, como veremos a continuación). Las mascotas pueden ser muy variadas, pero todas tienen un factor en común: todas son suaves y agradables al tacto. Pueden ser de todo tipo de material: algodón, felpa, seda, lana etc. El niño escoge una del material que le resulte agradable al acariciarla.
¿CUÁL ES SU FUNCIÓN?
La mascota expresa la necesidad del niño de vincularse con las personas a su alrededor, en primer lugar la mamá. Para los momentos en que ella no está, busca un sustituto, que le ayude a superar esta separación; y ésta es la mascota.
Desempeña dos funciones: le ayuda en su aventura de descubrir el mundo y asimismo le protege contra los sentimientos difíciles, como miedo, soledad, abandono, que ésta necesariamente conlleva. Tal vez suene algo contradictorio, pero si lo analizamos, veremos que no lo es: el niño, cogido a su manta o con el osito debajo de su brazo, se siente más seguro (lleva consigo algo que le recuerda a su mamá). Esta seguridad en sí mismo le ayuda a alejarse de su madre e ir a escudriñar el entorno, ya que su mascota le acompaña. Si le pasa algo (al gatear se choca contra las patas de la mesa o cualquier otro percance), el dolor está suavizado por el contacto con su mascota, su fiel amigo. Su presencia significa un consuelo; no está del todo solo. Susana, madre de Sergio (año y medio), visita a una amiga. Primero Sergio observa la situación, sin soltar a su peluche. No conoce bien la casa. Cuando ya se siente a gusto, suelta su mascota y empieza a jugar con los juguetes que la anfitriona le proporciona. Pero cuando su madre sale del salón y le deja solo, Sergio vuelve a coger a su mascota. Winnicott (pediatra-psicoanalista y autor del libro ‘Conozca a su niño’), llama a las mascotas ‘objetos transitorios’, que, aparte de dar consuelo, le ayudan al niño a distinguir entre la realidad y la fantasía: el niño con la mascota, usa la fantasía para afrontar mejor la realidad. Ambas, tanto la realidad como la fantasía, forman parte del mundo empírico del niño y gracias a estas experiencias el niño comprenderá el paso del estado del mundo real al estado del mundo de la fantasía.
Muchos niños se chupan el dedo, mientras manosean la mascota. Así el niño imita la situación que disfrutaba en sus primeros meses: cuando la madre le daba el pecho o biberón, él le tocaba la cara o los senos con sus manitas. Revivir esta situación le trae buenos recuerdos, algo importante en los momentos en que esté cansado, triste o frustrado. Es una manera de autoconsolarse, tal como recurrir al chupete o hacer movimientos rítmicos.
¿LE FALTARÁ ALGO?
Algunos padres se preguntan si tener una mascota significa que su hijo sufre alguna carencia, como cariño, protección etc. Tal pensamiento evoca la pregunta de si los niños con mascota se distinguen de los que no la tienen. Este aspecto fue ampliamente estudiado por los psicólogos. La investigación más detallada fue llevada a cabo por los psicólogos D. Boniface y P. Graham (Inglaterra). Investigaban un grupo numeroso de niños de tres años, para saber si se daba alguna relación entre tener una mascota y factores como el lugar en la familia, el dormir solo, miedos infantiles, problemas alimenticios y un ingreso en el hospital. No se encontró ninguna relación, lo que demuestra que tener una mascota no tiene relación con ningún tipo de problema; el niño que tiene una mascota, psicológicamente no se distingue de otro que no la tiene. Sólo se descubrió una relación positiva entre conciliar el sueño sin problemas y dormir de un tirón y el hábito de la mascota, lo que confirma lo que ya comentamos: la mascota hace más llevadera la separación de los padres y ayuda a afrontar situaciones difíciles. Esta es la consecuencia beneficiosa de tener una mascota y no ¡el motivo!
Los estudios hasta ahora no han podido aclarar porqué algunos niños tienen una mascota y otros no. Los psicólogos alemanes, Rudhe y Ekecrantz, descubrieron que existe una relación entre una actitud cariñosa de los padres y el tener una mascota. Otros especialistas lo dudan, ya que esto no explica que en algunas familias uno de los hijos tenga una mascota y el otro no. Otros piensan que el tener una mascota tiene que ver con la fantasía y creatividad del niño.
Por otro lado, otro estudio demostró que la mascota no compensa del todo la ausencia de la madre: el sociólogo R.H.Passman enseñó a niños con edades comprendidas entre 20 y 40 meses un juego de razonamiento. Tenía dos grupos, uno que estaba con sus madres y otro que sólo tenía a sus mascotas. No había diferencia en la rapidez con la que los niños aprendieron el juego. Pero cuando se aumentó el nivel de tensión (haciendo el juego más emocionante), los niños con sus madres al lado continuaron jugando, mientras que los otros abandonaron.
CON LA MASCOTA POR EL MUNDO
Los niños suelen llevarse su mascota a todos los sitios: al parque, a la guarde, a la cama, a casa de los abuelos, etc. Tal como comentamos antes, la mascota le ayuda a afrontar mejor estas situaciones que implican una separación. Visto desde esta perspectiva, se puede decir que la mascota estimula a que el niño tenga experiencias que le ayudan a desarrollar el sentido del ‘yo’: solo en su cama o en la guardería, el niño se da cuenta de que es una personita autónoma que persiste en ausencia de sus padres. Esta sensación le ayuda a comprender el significado del ‘yo’. Por lo tanto es bueno permitirle que se lleve la mascota adónde quiera. Pero hay que tener un cuidado especial, ya que la mascota puede perderse. Esto supone una pesadilla para cualquier niño (¡y padre!). Aquí unas sugerencias para evitar tan dramática pérdida:
• En cuanto notes que tu hijo se encariña con algún objeto en especial, consigue otro igual (cuando ha transcurrido mucho tiempo entre la compra de la mascota y el momento en que se convierta en su objeto preferido, puede resultar difícil). Dale los dos alternándolos, para que se desgasten al mismo tiempo y adquieran el mismo olor (un detalle muy importante para el niño). De este modo el niño no notará el cambio.
• Cose o pega una etiqueta con vuestra dirección y teléfono en la mascota. ¿Quién no llamará en caso de encontrarla?
• Asegúrate de que la mascota vuelve con el niño a casa, tras un día en la guardería, el paseo, etc. Con un poco de disciplina se convertirá en una costumbre más.
La mascota puede deteriorarse y ensuciarse fácilmente. Habrá que arreglarla lo mejor posible, lo que quiere decir: lo más fielmente posible. No sirve darle un aspecto diferente ni tampoco comprarle otra nueva, ya que lo que el niño quiere, es su mascota tal como es. Para él la mascota tiene un valor emocional y no estético. Si hay que repararla, busca una tela que corresponda lo máximo posible con su apariencia. Lavarla es otro asunto delicado. A veces conviene hacerlo por la noche cuando el niño está profundamente dormido. Si la mascota es bastante grande, basta con limpiarle la parte de afuera. Usa una secadora para secarla. Así el niño tendrá a su mascota a su lado antes de que se despierte.
¿HASTA CUÁNDO NECESITARÁ LA MASCOTA?
Algunos niños se encariñan con la mascota por unos meses, otros por años y algunos les guardan un rinconcito en su corazón para siempre. Cuando ya son adultos, su mascota luce en un lugar especial en su dormitorio.
También hay niños que cambian frecuentemente de mascota, mientras que otros se quedan fielmente con una. En esto influye el carácter el niño y el significado que la mascota tenga para él. En general el niño deja de interesarse por la mascota cuando ya no la necesita emocionalmente; ya no se la lleva fuera de casa e incluso, para dormir, ni se acuerda de ella. Este momento es diferente para cada niño; generalmente antes de los seis años, cuando el niño entra en la fase escolar, el niño pierde la costumbre de aferrarse a la mascota. Pero también hay niños que la necesitan por más tiempo, sobre todo para dormirse. El mismo niño indicará cuándo es el momento de guardarla. En la mayoría de los casos no es necesario presionarle para que la abandone. Sin embargo, si tu hijo se muestra muy emperrado y sigue llevándose a su mantita o mascota a todos los sitios, inspírale confianza: tus palabras de aliento y estímulo, haciendo hincapié en lo mayor que se está haciendo, le ayudarán a darse cuenta de que efectivamente ya no necesita a su mascota para afrontar el mundo exterior; es capaz de hacerlo solo sin su acompañante de siempre. Ya ha llegado el momento de guardarlo. ¡Qué lastima!
Esto es lo que nos cuentan algunas madres:
Ester, madre de Elena de dos años y medio: “Elena se encariñó a los 8 meses con un muñeco de trapo que yo solía poner en su cuna; es pequeño y muy suave. Siempre la acompaña a todos los sitios. La he tenido que coser ya varias veces. Suele estar sucia, pero no resulta fácil quitársela. Un día pensé que no se daría cuenta (estaba jugando) y la metí en la lavadora. Al momento me preguntó por ella. Le dije la verdad. No le di más importancia, hasta que de repente me llegaron unos sollozos impresionantes desde el cuarto donde tengo la lavadora: allí la encontré, sentada delante del tambor, mirando cómo su tesoro daba vueltas en el agua. Las lágrimas le corrían por sus mejillas. Me sentí fatal. Desde aquel día se la lavo por las noches y aún mojada, pero limpia, se la meto en una manopla. Así se la encuentra por la mañana a su lado. Es enternecedor ver lo importante que es para ella este muñequito, al que yo también tengo un cariño especial”.
Yolanda cuenta sobre su hijo Rafael, 4 años: “Su mascota es un lindo osito azul con ojitos blancos que nos regalaron en su nacimiento. Cuando Rafael tiene sueño, se chupa el pulgar y abraza a su osito. Cuando veo esta imagen, sé que es hora de llevarle a la cama. Cuando salimos, por ejemplo de compras, el osito tiene que venir también. Un día se nos cayó sin darnos cuenta. Busqué por todo el barrio y al final puse un anuncio en un periódico local. Así fue cómo recuperamos al osito, ya que alguien lo había recogido (¡y lavado!). Aunque Rafael ya se había conformado con otro peluche, su cara se iluminó de contento cuando lo vio y volvió a dormir bien. De hecho toda la casa respiraba tranquilidad después de haber recobrado a su mascota”.
Resumen
La mascota es un objeto muy valioso para el niño. Le ayuda y le estimula a afrontar situaciones difíciles, le consuela y le inspira confianza. No se sabe exactamente porqué algunos niños la tienen y otros no, pero no tiene relación alguna con cierto tipo de problemas. El interés por una mascota empieza a partir de los seis meses y disminuye cuando el niño empieza a ser emocionalmente menos dependiente (alrededor de los 4 ó 5 años).
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