¿CÓMO CONSIGO QUE ME OBEDEZCA?

Coks Feenstra · Psicóloga Infantil

26 de junio de 2007

¿CÓMO CONSIGO QUE ME OBEDEZCA?

No puede haber educación sin disciplina. Tu hijo nace sin saber de normas y necesita que tú se las vayas enseñando en sus primeros años de vida. Estas serán su guía interna, la conciencia que le guiará a través de la vida.

A veces los papás esquivan este tema, porque no quieren enfrentarse al enfado de su hijo. Temen perder su cariño. Pero ¡es un grave error! Los límites le harán sentirse seguro y le enseñan a controlarse. Sin normas el niño va sin rumbo por la vida. En parte esta negligencia se debe a un desconocimiento sobre cómo aplicar la disciplina: los métodos de antes son anticuados (castigos físicos, una obediencia ciega, no contar con la opinión del niño etc.), y los padres que fueron educados con ellos, no conocen otras formas. He aquí unas pautas para enseñarle a ser obediente sin faltarle el respeto ni perder los buenos modales:

• Comunícale la norma de modo positivo. En vez de gritarle: ‘baja del sofá ahora mismo’, le dices en un tono claro y firme: ‘Tienes que bajar del sofá, lo sabes’. Y dale instrucciones claras: en vez de decirle ‘sé bueno’ antes de entrar en la casa de tu amiga, le dices: ‘Quiero que pidas las cosas en vez de cogerlas sin más’.

• Acompaña cada norma con una explicación. Por ejemplo: ‘en el parque no debes alejarte mucho de mí, porque no sabré encontrarte. Puedes ir hasta la…..’. Le hará más dispuesto a colaborar. A ningún niño (ni adulto) le gusta que le manden sin más. Aumenta incluso su rebeldía.

• Si se comporta mal, explícale que su conducta es inaceptable, pero no él mismo. ‘Eres malo’ hiere su autoestima. Es más pedagógico decirle ‘Dar patadas a tu hermano no está bien’. Así aprende de ti lo que está bien y lo que no. Evita este tipo de etiquetas (malo, vago, desordenado, etc.), porque se pueden convertir en profecías que se cumplen. El niño que siempre escucha que es malo, termina creyéndoselo y comportándose de acuerdo con esta imagen. Su autoestima se basa en los adjetivos que las personas de su entorno le asignan.

• Si tu hijo quiere algo que tú no le consientes (un nuevo coche, muñeca, etc.), es probable que proteste. Se crea una tensión que puedes disminuir, reconociéndole sus deseos. ‘Entiendo que te guste, porque es precioso’. Puedes decirle incluso: ¿Sabes? Lo anotaremos en la lista para tu cumpleaños’. Se sentirá escuchado y tomado en serio, algo más importante que la negativa en sí.

• Evita las amenazas. ‘Si no vienes enseguida, no podrás ver la tele esta noche’. En parte, porque la amenaza difícilmente se podrá cumplir y también, porque de este modo le enseñas a obedecerte a base de amenazas y no porque tú lo quieres.

• Refuerza sus conductas positivas y desalienta las negativas. Por ejemplo tu hija siempre lo pide todo a gritos o llorando. Hazle caso de inmediato cuando te pida algo de modo normal y dile lo contenta que estás.

SU ESTADIO MADURATIVO

A la hora de inculcarle normas debes tener presente su edad. En los primeros dos años el niño no tiene noción del bien ni del mal. Entre el segundo y tercer año aprende lo que está permitido y lo que no en función de lo que le enseñes. Lo aprende gracias a tu insistencia y paciencia. Tú representas para él su conciencia. Su memoria aún es corta y la asimilación de conceptos es lento, pero entre el tercer y cuarto año empieza a entender por qué algo está prohibido. Y gracias a esta comprensión se va formando su conciencia. A los cuatro años el niño tiene ya más noción de las normas. Su conciencia no está del todo finalizada – ocurrirá hacia los siete años – pero en muchas situaciones se da cuenta cuándo se comporta mal. No quiere decir que siempre se comporte bien, como todo padre bien sabe. Es imposible. Un niño pequeño está plenamente enamorado del mundo y lleno de entusiasmo para vivirlo a tope. Por ello pone un impulso vital, casi desenfrenado, en todo lo que hace. Parte de sus actividades desembocan en malas conductas. La desobediencia a veces es un reflejo de esta curiosidad imparable y otras veces reflejo de su necesidad por ser independiente. Muchas malas conductas son apropiadas para la edad. Por ejemplo no compartir los juguetes a los 2 ó 3 años, podemos valorar como ‘mala conducta’, pero debemos ser conscientes de que se trata de una conducta apropiada para la edad. El niño hasta que no tenga un sentido del ‘yo’, no es capaz de compartir. Es triste que a veces los niños reciban castigos por ser ‘traviesos’ cuando en realidad su cerebro aún no se ha desarrollado suficientemente para saber qué se espera de él. Así que debes tener siempre en cuenta su estadio madurativo.

Y no hay que olvidar que en el niño hay un motivo intrínseco para obedecer a sus papás: le gusta agradaros. Se siente íntimamente vinculado con vosotros, sus grandes héroes. Entre el primer y tercer año aún está en plena lucha por el ‘yo’, que provocaba grandes protestas. Pero generalmente a partir de los 4 años esta lucha se da mucho menos (el sentido del ‘yo’ está bien instaurado) y le gusta colaborar. Aprovecha esta situación elogiándole por sus buenas conductas. ¡La aprobación paterna para cualquier niño ahora es un factor motivador para colaborar!

Pero ¿qué hago cuando no me obedece?

Cuando tu hijo no te hace caso a pesar de varios avisos, echa mano de estos trucos:

• Contar hasta 10. Por ejemplo, tu hijo, absorto en un juego no quiere desvestirse. Dile: ‘Cuento hasta 10. Iré preparando tu baño y cuando digo diez, estarás allí’.

• La pausa obligada: Se trata de mandarle por unos minutos (uno por cada año de edad) a su cuarto o pasillo. ‘Este time-out’ ayuda a relajar el ambiente y le motiva a cambiar su conducta, porque no le gusta estar aislado ni sentir tu desaprobación.

• Retirar privilegios. Se trata de quitarle algo que le guste mucho, como ver su programa favorito, no leerle un cuento, etc. Es importante que apliques este castigo poco después de la trastada, para que el niño entienda la relación entre su conducta y la consecuencia.

SI NO LE IMPORTA LO QUE LE DIGAS

Es posible que el niño pase por una fase de desobediencia. De repente deja de hacerte caso y su conducta es distinta a la de normal. Esto se debe a algún problema emocional, como puede ser la llegada de un nuevo hermanito, un traslado, un divorcio, etc. Pero el problema es pasajero: en cuanto el niño supere el mal trance, volverá a ser él mismo.

También hay niños realmente desobedientes. No se trata de una desobediencia en momentos puntuales, en el que el cansancio, el estrés o la frustración pueden con él o de una fase concreta. Son niños a los que no les parece llegar los avisos ni los castigos. En estos casos hay que buscar ayuda profesional, ya que el problema puede derivarse de un trastorno emocional o una problemática en la constelación familiar.

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