0-5 años
Cuánto más pequeño, menos explicaciones hay que darle. Para él su mamá y su papá son una unidad indisoluble. No es capaz de entender conceptos como el matrimonio, el divorcio etc. Para él su mundo es: papá, mamá, el hermano, el gato, la guardería o el colegio, los abuelos y su triciclo. No concibe otro mundo ni lo entiende. Largas explicaciones no sirven para él y no hacen más que confundirlo, aunque bien es cierto que los niños son muy buenos para pasar de alto lo que no entienden. María, madre de una hija de 5 años, intentó explicarle la situación de esta manera: ‘Papá y yo nos conocimos en el instituto; luego nos enamoramos, nos casamos y fuimos muy felices, más aún cuando tú naciste. Pero ahora ya no lo estamos, nos peleamos mucho y nos hemos distanciado, por ello nos vamos a separar’. Esta explicación es demasiado difícil para una niña pequeña. Hasta los 7 años más o menos no entiende que las personas nacen, crecen, se enamoran, tienen hijos, se desenamoran, etc. No conciben la vida como una secuencia de fases vitales. Además, para un niño el amor es algo incondicional y una necesidad vital. El hijo depende de sus papás (por ello hasta un niño maltratado quiere a sus padres, es lo único que tiene). Por tanto, el comentario ‘ya no nos queremos, pero te queremos mucho a ti’, no lo entiende ni le tranquiliza. ¿Cómo no pueden quererse las dos personas a las que él quiere por encima de todo?
Lo mejor es limitaros a un comentario simple y escueto como: ‘El papá se va a vivir a otra casa’. También podéis decirle algo como: ‘Hay papás y mamás que viven juntos en una casa y otros papás y mamás que viven en dos casas. Y nosotros vamos a vivir en dos casas’. Después de esta breve explicación es mejor esperar a sus preguntas. Quizás no las haga al instante, sino unos días más tarde o cuando la ausencia de papá ya se hace notar. Si pregunta por qué el papá se va a otra casa, podéis decirle algo como: ‘Ya no estamos tan felices como tendríamos que ser’ o algo parecido. Pero nunca debéis mencionar problemas adicionales, como ‘Papá ya tiene una novia o la mamá se ha enamorado de otro’. No es bueno comentarle aquellos problemas que solo os afectan a vosotros. No obstante, si es conveniente explicarle los cambios puntuales que van a producirse en su vida. ‘Papá ya no vendrá a casa cada noche, pero sí te recogerá del colegio los miércoles……’. Desde el principio hay que dejarle bien claro que la separación no es culpa suya. Los niños tienden a culparse, en parte porque entre los 4 y 6 años están en la fase del pensamiento mágico. Lo que pienso, ocurre. Y ¿quién no ha deseado alguna vez en un momento de enfado y frustración que papá se esfumara? También lo piensan porque necesitan tener una explicación para lo incomprensible. Como no la encuentran, la buscan en ellos mismos. ‘Si me hubiera comportado mejor…. Si no hubiera venido todas las noches a la cama de papá y mamá. ¿No dijo papá que estaba harto de esta situación?’. Así que hay que repetirle una y otra vez que la decisión es exclusivamente vuestra. Otra premisa importante a la hora de darle la noticia es que lo hagáis en un momento de serenidad y calma. Si estáis nerviosos, alterados o llorando, el impacto de la noticia aún es mayor. En este caso es mejor esperar al día en el que dispongáis de esta tranquilidad. Y si tarda en llegar, es mejor simplemente contestar a sus preguntas.
En niños más pequeños, como entre 1 y 3 años, muchas veces es mejor no decirle nada. El niño acepta la situación tal como se presenta, sobre todo si los dos seguís ocupándoos de él y cuidándole en la casa de siempre (la casa familiar). Y si algún día pregunta por qué vivís en casas distintas, es suficiente decirle: ‘Porque es mejor para papá y mamá’. Sed honestos ante las preguntas que el niño os pueda hacer. ¿En qué casa vivirá el papá? Explicadle dónde está y cómo es. El niño debe tener una imagen mental de este hogar, de este modo sabe que su papá no se perderá, sino que estará localizable, cerca de él (en la mejor de las situaciones). Si, por el contrario, el papá se va a vivir lejos, díselo también y explícale cómo se pondrá en contacto con él (el teléfono, Skype, fines de semana vacaciones, etc.). Los niños pueden compadecerse del papá. ¿Va a estar solo, sin nosotros, sin el hámster….? Aseguradle que os echará de menos, pero que va a estar bien.
5-9 años
La noticia de que el papá se va a vivir a otra casa, tiene un efecto aún mayor, si cabe, que en el niño más pequeño. A esta edad el niño entiende mejor las consecuencias de esta decisión. Comentarios como ‘Vamos a estar mejor, ya que ya no habrá discusiones ni peleas’, no le sirven. Todo niño quiere a sus padres por mucho que discutan. Evitad un mensaje como ‘El papá nos abandona’. Esta palabra tiene una connotación muy negativa y le causará el miedo de que la mamá también le pueda abandonar. A parte de que las palabras y explicaciones pueden provocar miedo e inseguridad, son sobre todo las emociones, que las acompañan, las que le impactan. ¿Cómo puede dar crédito a palabras tranquilizadoras si a través de los sentimientos le estéis transmitiendo algo distinto? Lo que un niño capta con mayor nitidez son las emociones. Por lo tanto, tal como en la franja de edad anterior, es importante procurar estar serenos, en la medida de lo posible. No son necesarias ni convenientes explicaciones largas y extensas. Muchos padres quieren justificar su decisión ante sus hijos y por ello se explayan, pero para el niño no es algo necesario. Sí le preocupará los cambios en su día a día. ¿Qué pasará conmigo? Así que explicadle los cambios en las rutinas familiares lo mejor posible. ‘Seguirás con mamá e irás al futbol como siempre. Papa ya no te podrá recoger de las clases de inglés, pero te recogerá……etc’. Encima de todo, es importante asegurarle que verá al papá con mucha frecuencia y regularidad. Si lo hacéis así y cumplís las promesas, el efecto de la separación es mucho menor. De este modo el niño sigue sintiendo el apoyo y el amor de sus dos progenitores. Y esto es lo que le da seguridad y bienestar (podéis leer más sobre esta faceta en el artículo ‘¿Cómo le afectará la separación?’ que en breve insertaré en este mismo apartado).
9 a 12 años
Muchas de las cuestiones que preocupan a los de entre 5 y 9 años, también lo hacen a los niños de este grupo. Les preocupa dónde van a vivir, si tienen que despedirse de sus amigos o del colegio, si pueden seguir con sus clubs, etc. A esta edad el niño ya tiene una vida fuera del seno familiar y cambios en ella le afectan. Por ello una mudanza siempre causa un impacto y provoca inseguridad emocional. Abandonar la casa familiar y tener que acoplarse a otra sin el papá, no es baladí. Es precisamente en esta etapa de la vida en la que los niños de sexo masculino están formando un fuerte vínculo de apego con su padre y desarrollando su identidad sexual, así que ahora, más que nunca si cabe, es importante que siga viendo al papá con mucha frecuencia y regularidad. Los estudios demuestran que los niños que cuentan con el apoyo de su papá, rinden mejor en el colegio. Se ve que el apoyo paterno, a parte del materno, les ayuda a desenvolverse mejor en el área escolar, tanto los niños como las niñas.
12-18 años
La adolescencia ya por sí es una etapa de la vida difícil y tormentosa para todo hijo. Ahora empieza a distanciarse de sus padres y rebelarse contra su autoridad en búsqueda de la propia identidad. Si a sus múltiples preguntas existenciales se le juntan las de sus propios padres, que no consiguen mantener su relación a flote, su inseguridad emocional aún aumenta más. Puede dar lugar a un mayor distanciamiento y a una acusada sensación de soledad y abandono. Un divorcio suele incrementar las típicas dificultades del adolescente. Cuánto mayores son los hijos, mayor es también la importancia que tiene su entorno para su bienestar. Los amigos del barrio, el instituto, las actividades del tiempo de ocio, la casa y sobre todo su propio cuarto. Nunca más se vuelve a mantener una relación tan estrecha con el entorno como en la adolescencia. Así que un divorcio de los padres y una mudanza como resultado de la ruptura suponen para el joven muchas conmociones al mismo tiempo. En realidad, la adolescencia es un momento muy poco adecuado para una separación. Aunque cualquier otra franja de edad puede igualmente ser difícil, durante la adolescencia se producen los conflictos más violentos.
¿Cómo contarles la decisión del divorcio? A esta edad ya han podido percibir las tensiones y el distanciamiento entre los padres. No obstante, es una minoría la que realmente desea la ruptura (salvo casos de maltrato físico o psicológico). Aquí también hay que decir lo básico sin entrar en detalles: ‘Hemos decidido en vivir cada uno por su lado, ya que no estamos felices el uno con el otro’. Para los hijos de este grupo de edad es especialmente importante no transmitirle toda la amargura, la decepción ni el desengaño sufridos. El adolescente está en la fase en la que su propia sexualidad y el interés por el otro sexo están aflorando. Si sus padres le informan extensamente sobre el camino espinoso de las relaciones sentimentales, su confianza en este terreno sufre una merma importante. Le hará más inseguro a la hora de enamorarse y empezar una relación. Además, a esta edad no es capaz de entender el entramado complicado de las relaciones humanas y no le es extraño un cierto aire de romanticismo respecto al amor. Así que es importante intentar no transmitirle mensajes negativos sobre las relaciones amorosas. Igual como en las etapas anteriores, hay que sobreponerse a la situación personal y comunicarle el hecho desde el punto de vista del hijo. E igual de importante es evitar convertirle en ‘¡confidente! Este lugar no le corresponde a él, pero sí a amigos de confianza, un diario o un terapeuta.
¿CÓMO DISMINUIR EL IMPACTO?
Seamos sinceros: a ningún niño le gusta la separación de sus padres. Casi todos mantienen durante algún tiempo, a veces años, la esperanza de que sus padres vuelvan a juntarse. Algunos incluso se lo piden a Los Reyes.
Todo niño quiere a sus dos padres. Son sus personas de referencia, las más importantes en su vida. Por ello es tan importante que ambos sigáis ejerciendo esta función tras el divorcio. Si los dos conseguís ejercer vuestro papel de papá y mamá, el impacto es mucho menor, ya que en este caso el niño sigue sintiéndose seguro y protegido. El mayor impacto para un niño es la falta de seguridad que le embarga cuando oye la noticia de que sus papás se van a divorciar.
¿Cómo lo podéis conseguir? Os propongo las siguientes pautas:
• Es importante sobreponeros a los propios problemas. No es nada fácil. Hay que buscar personas de confianza para compartir el dolor, la rabia y todas las emociones que acarrea el divorcio. Habrá mucha desilusión, mucha amargura y mucha tristeza, para no hablar del enfado y la rabia. Si os sentís bloqueados, ‘ausentes’ e incapaces de sentir nada, buscad ayuda de un terapeuta (o un muy buen amigo que sepa escuchar).
• Es imposible que el hijo no perciba el estado de ánimo y la tristeza de sus padres. Tampoco es negativo que vea esta aflicción. Puedes decirle algo como: ‘Si estoy muy triste y por esto lloro’. O: ‘ahora estoy muy enfadada y tengo motivos para ello’. Reconociéndole ante él tu estado de ánimo, el niño ve afirmada su intuición. Esto en sí es positivo. Si se lo niegas (‘estoy bien, no me pasa nada’), no se siente tranquilo si no confundido, ya que tus palabras no coinciden con lo que transmites. Además, de este modo aprenderá a esconder los propios sentimientos. Pero hay que procurar limitarse en lo que se le comenta y transmitirle al mismo tiempo que estos problemas son tuyos y que se solucionarán con el tiempo. ‘Ahora es mejor que me dejes tranquila. Me pondré bien’. Esto le reconfortará. Hay una línea divisoria muy fina que marca la diferencia entre reconocer las propias emociones y hacerle partícipe de ellas. Lo primero es correcto, lo último no.
• No hay que hablar nunca mal del otro. Esto le crea un conflicto interior. El quiere a los dos y no entiende cómo su mamá puede decir cosas feas sobre el papá (o al revés), una persona tan importante para él. Le crea conflictos de lealtad y confusión. ¿A quién debe creer? ¿En quién puede confiar? ¿Qué puede decir sobre uno al otro?
• No poner trabas a las visitas y la relación con el otro progenitor. Si por ejemplo la madre se muestra negativa a las visitas del niño al hogar de papá, el niño vive una situación complicada y tiene la sensación de entrar en territorio enemigo en cuanto pasa el umbral de su casa. Quiere a su padre y quiere estar con él, pero al mismo tiempo debe asimilar que la madre rechaza este hogar y todo lo que él comparte con él. Al volver a casa materna no puede compartir sus vivencias. Esto le provoca una emoción de desgarro y la presión de tener que decidirse por uno de los dos; misión imposible.
• Tener presente en todo momento que la relación de pareja ha terminado, pero no la de ser padres. Es un proyecto en común que sigue en pie hasta que los hijos sean adultos (y aun así seguirán habiendo ocasiones en las que hay que actuar conjuntamente, como abuelos).
• Intentar ver la separación como un camino de crecimiento personal. No todo está perdido. Se ha esfumado un proyecto en común y una expectativa de vida. Pero seguramente se gana en autoconocimiento, en mayor fuerza personal. La separación puede ser una prueba de auto-superación de la que uno sale fortalecido. Para llegar a este punto, es importante entender los motivos, ver la propia parte de implicación (no todo es culpa del otro) y conocer las causas del distanciamiento. Esto supone un trabajo interior que a su vez aumenta la posibilidad de lograr una futura relación más armoniosa. Resumiendo: el divorcio puede significar el inicio de una vida más plena, más auténtica y más feliz.
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Artículo escrito especialmente para www.coksfeenstra.info