PROBLEMAS CON LA DEFECACIÓN

Coks Feenstra · Psicóloga Infantil

16 de mayo de 2013

PROBLEMAS CON LA DEFECACIÓN

Algunos niños, después de haber adquirido el control de los esfínteres, vuelven a tener problemas con la defecación. En este caso puede tratarse de un problema llamado encopresis.

Carlos, de 4 años, empezó a mancharse sus calzoncillos después de que su padre abandonara la casa. A partir de aquel día dejó de ir bien al váter. Retenía las heces durante varios días y a raíz de esto empezó a mancharse.

Cuando un niño tiene más de 4 años, ha controlado bien sus esfínteres y cuando tiene por lo menos una vez por semana un percance con la defecación, se habla de encopresis. Se da en un 3% de todos los niños y afecta dos veces más a los varones que a las niñas.

Conviene estar alerta a las señales que indican una posible encopresis, como:

• Escapes de heces con cierta frecuencia

• El niño defeca menos de 3 veces por semana.

En general los niños mayores de dos años hacen de vientre entre 3 veces al día y tres veces por semana. Si no es así y tu hijo se mancha los calzoncillos (o sus braguitas), consúltalo con tu pediatra.

La encopresis no es un indicio de que el niño quiera llamar la atención, sino de una enfermedad. Por tanto, castigarle nunca es una solución, solo agrava el problema.

Cuanto antes de diagnostica, mejor su pronóstico.

¿CÓMO SE ORIGINA?

La encopresis se da sin que el niño lo pueda remediar. No es en absoluto una manera para llamar la atención ni de rebelarse contra los padres. Pero sí suele revelar un problema de índole emocional. Por ejemplo Carlos está muy afectado por la separación de sus padres. Está tan triste que se cierra en sí mismo y no deja entrever ninguna emoción. No solo cierra su expresión emocional, también cierre sus funciones corporales. Existe una relación estrecha entre nuestras emociones y nuestro cuerpo. Piensa por ejemplo en la diarrea que te sobreviene en un momento de gran estrés o el estreñimiento que sufres durante un viaje. Estas son reacciones normales de los adultos. Lo mismo ocurre en un niño pequeño. A raíz de sucesos impactantes pierde el control sobre la defecación.

Solo en un 5% de los casos hay una anomalía física o neurológica. Así que en la mayor parte de los casos la encopresis se debe a causas emocionales, como el nacimiento de u hermanito, una separación, un traslado, una estancia en el hospital o la ausencia de la madre, debido por ejemplo a un viaje de su trabajo. También es sabido que el cambio de la lactancia materna al biberón de leche artificial puede causar estreñimiento. Lo mismo ocurre cuando la dieta del niño carece de fibras o el niño bebe muy poca agua. En este caso el niño puede llegar a estar estreñido. Y el estreñimiento puede derivar en una encopresis. Tener la caca de consistencia dura suele causar pequeños fisuras anales, lo cual es doloroso. El niño por miedo a este dolor retiene la caca. Y este es el principio de un círculo vicioso: al retener la caca, esta se acumula en los intestinos, lo cual aún más dificulta su salida. El dolor va en aumento. Cuanto la caca se retiene día tras día, la última parte del intestino empieza a dilatarse, por lo que el niño siente menos la necesidad de empujar. Esta puede desaparecer casi por completo, mientras las partículas más líquidas de la caca se van deslizando por el ano. Esto ensucia los calzoncillos y producen un mal olor. Estas pérdidas suelen producirse durante el día mientras el niño está activo y en movimiento y raras veces durante el sueño.

Algunos niños incluso llegan a hacer de vientre solo una vez cada 10 días. Cuando finalmente lo hacen, el váter puede llegar a esbozarse. Las heces, retenidas durante tanto tiempo en el intestino, tienen un color oscuro, son pegajosas y huelen muy mal.

¿CUÁL ES LA SOLUCIÓN?

Una vez que se confirma la encopresis sin anomalía física, se empieza el tratamiento. Cuando queda mucha caca retenida en el vientre y parte del intestino, se opta primero por un enema para limpiar bien los conductos intestinales.

Después empieza la enseñanza al niño de ir al váter de modo regular. Se le anima a que se sienta en el retrete después de cada comida (desayuno, comida, cena) durante 5 a 10 minutos. De este modo se reactiva el reflejo gastro-cólico. Estas son las contracciones del intestino que de modo espontáneo se presentan tras las comidas. Con un niño pequeño será a veces necesario estimularle con pequeños premios por su colaboración. Por ejemplo un sistema de anotar los éxitos en un folio que se cuelga en la cocina (para cada vez que haga de vientre se le dibuja un sol), suele dar un buen resultado. Al obtener un determinado número de soles se le da un pequeño detalle.

Es muy importante que el niño se sienta en el retrete antes de ir al colegio, ya que es probable que en el centro no quiera o no pueda defecar al no sentirse cómodo (como adultos que evitan lo mismo en su lugar del trabajo). Al darle tiempo extra antes de salir de casa, se evita que tenga que reprimir sus ganas durante las horas escolares.

La madre (o el padre) debe apuntar la evolución del niño en un diario. Así se obtiene una idea clara de cómo le va. También se debe darle una dieta rica en fibra (productos integrales, mucha verdura y fruta, hortalizas) y procurar que beba mucho. A veces se le darán laxantes, sobre todo en el primer periodo. Y muchas veces es bueno llevarle para este plan de acción a un psicólogo infantil que lo revisará y que, además, le ayudará en la solución de los problemas emocionales que muchas veces (no siempre) son el detonante de la encopresis.

Coks Feenstra, psicóloga infantil

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