¿POR QUÉ SE PELEAN TANTO?

Coks Feenstra · Psicóloga Infantil

29 de diciembre de 2009

¿POR QUÉ SE PELEAN TANTO?

Todos los padres desean que sus hijos se lleven bien. Y más de una vez se desesperan por sus múltiples roces y riñas. ¿Van a ser una vez buenos hermanos? se preguntan.

Existen diferentes tipos de relación fraternal: cómplices, rivales, solidarios, etc. En ello influyen principalmente los caracteres de los hermanos. Es el factor más decisivo; algunos caracteres son más compatibles que otros. Pero también influye la diferencia de edad, la actitud de los padres y el lugar que ocupa cada uno en la familia.

La rivalidad tiene que ver con la lucha por la atención paterna. La palabra viene del término latín ‘rivalis’ que significa: el co-dueño de un canal de riego. El riego es necesario para una buena cosecha y ésta a su vez es imprescindible para la supervivencia. Los hermanos son rivales ya que comparten su fuente vital: los padres. Cuanto menos diferencia de edad entre ellos (menos de 5 años), más rivalidad y competitividad. Pero esto no revela aún nada sobre su relación; puede que se conviertan en buenos hermanos. La rivalidad es inherente a esta situación. Con un intervalo más grande (5 años o más), suele haber menos rivalidad: el mayor ya tiene su puesto bien establecido dentro de familia, depende emocionalmente menos de sus padres y tiene una vida fuera del seno familiar (sus amigos, el colegio). También es cierto que la intimidad y la compenetración sean menores, ya que cada uno está en una fase distinta de su vida. Pero al crecer y llegar ambos a la edad adulta, este distanciamiento se acorta y su relación puede estrecharse.

Entonces, lo que evoca la rivalidad es la lucha por la atención paterna. ¡Todos la quieren a partes iguales! O mejor dicho: cada uno anhela ser alguien especial (el preferido) de sus papás. Esa rivalidad es normal en la infancia y adolescencia y no es infrecuente que perdure en la edad adulta o incluso toda una vida.

¡QUÉ DIFERENTES SON LOS HIJOS!

Todos los padres se sorprenden de lo diferentes que son sus hijos. Nacidos en el mismo seno familiar y educados por los mismos padres se diferencian como el día y la noche. Se debe a que cada uno viene al mundo con su propio carácter, el juego aleatorio de los genes, que determina en un 50% nuestra conducta. Además, los padres tampoco actúan del mismo modo con cada hijo: cada hijo llega en un momento distinto de sus vidas y cada uno provoca una respuesta distinta que combina de forma armónica o inarmónica con su propia personalidad. También influye en ello el lugar que ocupa el hijo: con el primero los padres están más inseguros y preocupados, con el segundo aprenden a relajarse etc. Lógicamente también influye en el comportamiento del hijo y en las relaciones entre ellos.

TAMBIÉN INFLUYE LA EDUCACIÓN PATERNA

No todo depende de los caracteres, también es importante la educación que los hijos reciben en casa. Hay ciertas actitudes que ayudan a que los hermanos se lleven bien:

• No poner nunca a uno como ejemplo para el otro. Esto aumenta la rivalidad. No dar privilegios exclusivamente a uno (se pueden dar privilegios, pero a cada uno en su tiempo).

• Querer a cada uno por cómo es y destacar la individualidad de cada uno. No caer en la trampa de la ecuanimidad, sino educarles en función de sus necesidades. Tal como un cactus y una orquídea necesitan dosis diferentes de agua, los hijos necesitan mimos diferentes. Es algo que se les puede explicar y de este modo ellos lo viven como algo normal.

• Procurar que no haya un hijo preferido. Si uno es el ojito derecho del papá, la buena relación entre ellos peligra, ya que tal posición evoca celos en el otro u otros. En otras palabras le priva de un buen contacto con el hermano. En realidad el ser el hijo preferido no le hace ningún bien a ningún hijo. Cuanto más los padres logren amarlos a cada uno de sus hijos por sus caracteres únicos, más se garantiza la armonía familiar. Solo hay una excepción: si el hijo preferido lo es porque necesita cuidados especiales (por ejemplo es un niño con un hándicap), los otros hermanos lo entienden. En este caso no peligra la relación entre ellos.

• Saber mantenerse, en los momentos oportunos, al margen de su relación para que ésta florezca y se profundice. Por ejemplo cuando se pelean, hay que dejarles la oportunidad de que ellos lo solucionen. Si al contrario los padres siempre salen en defensa del más pequeño (o de la víctima), por su actitud no permiten que el que se comportó mal, consuela al otro o pida perdón. Son estos roces los que profundizan su relación. Lógicamente hay que intervenir cuando se lastiman, pero en muchas otras situaciones se les puede dejar a solas.

• Dejar que los niños aireen sus frustraciones y sus sentimientos negativos. La rivalidad y la agresividad suelen asustar a los padres, ya que pueden llegar a ser muy vehementes. Los estudios demuestran que cuando a los hermanos se les permite dar rienda suelta a esta negatividad (diciéndose las cosas o peleándose), les ayuda a llevarse mejor. En caso contrario se lo guardan para sus adentros, lo cual crea rencor. Asimismo los padres no pueden forzar el amor fraterno (sé bueno con él, es tu hermano); es algo que debe surgir. Esa relación tiene el tiempo a su favor: empieza al principio de su vida y dura hasta la final. Y normalmente surge, pero hay casos en los que no. También hay un dato más: según los estudios, cuánta más atención los padres prestan a sus hijos y más tiempo les dedican, más rivalidad se da entre ellos. No obstante, entre los hermanos cuyos padres no les prestan tanta atención y les dejan mayor margen de libertad, la lealtad y el compañerismo es mayor. En otras palabras: una situación familiar que exige autonomía e independencia de los niños, atribuye a que se ayuden entre ellos.

• Una comunicación abierta entre padres e hijos contribuye a que las relaciones fraternas florezcan. Los hijos imitan el ejemplo paterno. En general, un ambiente armónico en casa, aumenta la posibilidad de que sus hijos sean amables el uno con el otro.

Las peleas pueden desesperarnos, pero no debemos olvidar que también tienen una función: en el seno familiar los hijos aprenden aptitudes en el área social, como defender lo suyo, escuchar al otro, ser empáticos, hacer compromisos y promesas. En resumen, ¡les enseña a convivir!

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