EL SUEÑO DEL BEBÉ
El sueño es el estado natural del recién nacido. La mayor parte del tiempo duerme; se le caen los párpados cuando está cansado y se despierta cuando tiene hambre, que es la causa principal de sus despertares. Es bueno que duerma tanto, ya que durante el sueño se segrega la hormona, llamada somatotropa, que le ayuda a crecer. El recién nacido duerme lo que necesita; no sabe mantenerse despierto, porque quiere ni sabe despertarse porque le apetece. Por ello se duerme esté donde esté. En realidad no debes preocuparte por su sueño, es para él un estado de lo más natural.
Sin embargo, seguramente conocerás las noches en vela y te acusa el cansancio en los primeros meses. ¿A qué se debe? El recién nacido todavía no tiene el ritmo de vigilia y sueño como nosotros; puede que tenga el ciclo del ‘sueño invertido\\\\\\\\\\\\\\\’: duerme horas seguidas durante el día y se despierta a menudo por la noche. No es difícil cambiarle a vuestro ritmo: a dedicar más tiempo a las tomas diurnas, despertándole del todo y a realizar las nocturnas con menos tiempo y en la penumbra, se dará cuenta que la noche es para dormir. Pero hay otra razón por lo que sufres noches interrumpidas: acostumbrado al seno materno, donde disponía continuamente de la alimentación, no es capaz de aguantar muchas horas sin tomas. Lo normal es que pida una toma cada dos a tres horas. Pero esto irá cambiando a medida que vaya creciendo.
A medida que tu pequeño bebé crezca, se presentarán otros problemas: a partir de los seis meses es posible que tu hijo rompa a llorar cuando sales de su habitación, después de acostarle. Empieza a darse cuenta de tu ausencia y su soledad. ¡Tiene miedo a la separación! Casi todos los niños pasan por un periodo en que les cuesta la separación de sus padres. El cambio de estar con vosotros gustosamente en el salón a quedarse solo en su cuarto, es muy grande para él y nada agradable. Pero se lo puedes hacer más fácil estableciendo una rutina fija a la hora de acostarle; por ejemplo: darle la cena, bañarle, cantarle una canción, leerle un cuento, cerrar juntos las cortinas y, por último, un beso de buenas noches. Así le marcas la diferencia entre el día y la noche y, como se trata de una rutina diaria, le proporcionará seguridad. A mayor edad, alrededor del primer cumpleaños, intentará aplazar este momento; todavía no le gusta la separación, ni mucho menos dejar su juego; se esconde, corre en dirección contraria, se niega a desvestir e inventa mil y una excusas (‘tengo sed’, ‘quiero mi osito conmigo’, ‘un poco más’). Como está en la fase del desarrollo del ‘yo’ le gusta oponerse a ti, ya que así afianza su propia personalidad. Ahora es importante que manejes bien la situación: mantén el horario de su sueño a rajatabla, ya que sabes que lo necesita para crecer (además, las horas antes de las 24.00 horas son importantes en cuanto a su mayor incidencia del sueño profundo y reparador). Asimismo no debes tolerar que la lista de rituales se alargue. Para hacérselo más fácil entregarse al sueño, deja una lucecita encendida, la puerta entreabierta y quédate cerca de su habitación para hacer algunas tareas, como recoger el cuarto de baño, doblar la ropa etc. Al oírte, se sentirá reconfortado. Si está intranquilo o llora, dile que volverás a su lado al cabo de tres minutos. Cumple tu palabra, dale otro beso y si todavía no está tranquilo, o todavía no se ha tumbado, repite la misma acción, espaciando el intervalo. Así le das a entender que estás por él, pero que ya es hora de quedarse en su cama y de dormir.
DE 9 MESES A 5 AÑOS
También es posible que tu hijo se despierte a menudo por las noches y te reclame llorando. Los despertares nocturnos son frecuentes entre los nueve meses y los tres años. Las causas son varías: en este tiempo el niño se desarrolla de forma muy rápida (en el aspecto del habla, motricidad, intelectual y social) y no logra a asimilar todas las impresiones y nuevos conceptos que aprende a diario. Por la noche sueña con lo que vive diariamente (es una forma de ordenar las imágenes en su mente), por lo que el sueño es intranquilo. También es el periodo en que los miedos abundan (a la luna, los monstruos, las tormentas, perros, los Reyes y un largo etcétera), ya que no sabe distinguir entre la realidad y la fantasía. Lo que sueña o fantasea, le parece real. Los despertares nocturnos están relacionados con la fase evolutiva del niño (al madurar el niño logra asimilar mejor sus experiencias) y son, por lo tanto, pasajeras. Es conveniente que tengas paciencia y no se lo tomes a mal. Un beso, una caricia o sólo unas palabras tranquilizadoras son suficientes para que vuelva a dormir. Es preferible no sacarle de la cuna (cama) ni entretenerle de otra forma, ya que fácilmente se puede crear malos hábitos, aunque también es cierto que algunos padres ceden al niño un sitio en su cama o duermen durante un periodo en el cuarto con el niño, sin que les cause un problema (pasadas unas semanas o meses el niño, reconfortado por el apoyo, vuelve a su cuarto). También puede ser una buena idea ponerle con el hermano(ito), ya que la compañía del otro siempre ayuda a vencer los miedos y los niños hasta los seis o siete años no necesitan la intimidad de un cuarto propio.
En caso de pesadillas (un mal sueño del que el niño se despierta asustado y llorando), hay que consolarle, darle un poco de agua y explicarle que fue un sueño (hasta los tres años el niño difícilmente comprende este concepto). Como estas pesadillas suelen ocurrir esporádicamente, no hay inconveniente llevártelo contigo a la cama, ya que la presencia paterna es un gran consuelo. La noche siguiente ¡dormirá otra vez en la suya!
También pueden darse los terrores nocturnos, frecuentes entre los 3 y 8 años. En este caso el niño se despierta llorando, con expresión de miedo y susto y articulando frases incomprensibles. Parece despierto, pero no lo es. ¿Qué puedes hacer? Lo mejor es esperar tranquilamente a su lado hasta que se le pase (dura entre unos minutos hasta un máximo de 20). No debes despertarle. El terror nocturno debe seguir su curso, tras lo cual el niño se calma por sí solo. Háblale tranquilamente y quédate con él. Es posible que se levante y recorra su habitación. Procura que no tropiece con nada. Convéncele suavemente que vuelva a su cama. Al rato se dormirá de nuevo y a la mañana siguiente no se acordará de nada. El terror nocturno tiene un aspecto aterrador, pero no hay peligro. Tiene que ver con el crecimiento cerebral, aunque también influye el agotamiento y la sobre-excitación. Procura que el niño no llegue exhausto a la cama.
TRUCOS PARA AYUDARLE A DORMIR:
0 – 6 MESES:
• Acuéstale en la postura que más le guste, o bien de lado, o boca arriba. Y respeta su sitio preferido: algunos bebés prefieren el moisés antes de la cuna por su espacio reducido.
• Le gustará oír el tic-tac de un reloj, ya que le acuerda de los latidos cardíacos. Si pones un pañuelo tuyo en su cabezal, olerá un perfume familiar.
• Si tu bebé se despierta fácilmente de los sonidos, procura que el ambiente sea tranquilo. Sin embargo, la mayoría de los bebés tolera bien los sonidos de la casa, como el teléfono, la aspiradora y no hay inconveniente que duerman en el salón durante el día.
• A veces el bebé se despierta por sus propios movimientos incontrolados (se mueve los brazos y piernas). Envuélvele en un arrullo que reduce la libertad de movimientos y evita que se despierte por estas leves sacudidas. Y espera un poco antes de acudir. Es posible que se duerma sin más. Si el llanto incrementa en intensidad, debes acudir.
• Coloca un peluche en su cuna. Es posible que se convierta en su mascota (objeto transicional), que le ayudará a superar la separación.
6 – 12 MESES
• Empieza con unos rituales a la hora de acostarle y conviértelo en un rato agradable para los dos.
• Mantén un horario fijo de sueño, vigilia y comidas.
• Observa los síntomas de sueño en tu hijo (frotarse los ojos, chuparse el dedo, orejas rojas). También una conducta muy enérgica puede ser ¡señal de agotamiento!
• Evita los juegos activos antes de dormir. Leerle un cuento o ver imágenes juntos es relajante e íntimo.
1 – 3 AÑOS:
• Evita la batalla de poder a la hora de dormir y llévale con una sonrisa y actitud decidida a la cama. Ten presente que tú decides este momento y no el niño (¡la mayoría no tiene nunca sueño!).
• Acude a su cuarto cuando llora, pero evita crear malos hábitos. Elige, en mutuo acuerdo con el marido, un solo método y empléalo con constancia ¡sin cambios! Al cabo de diez días debe dar resultado.
• Si tiene miedo o el sueño intranquilo, acuéstale con el hermanito o coloca por un periodo su cuna en vuestra habitación. Estos miedos son pasajeros.
• Cuando ya no se pueda mover a gusto en su cuna, es hora de cambiarle a una cama; reduce su espacio mediante peluches, cojines y un borde de seguridad. Déjale todavía el musical y los pósteres con los que esté familiarizado.
3 – 5 AÑOS:
• Si es muy madrugador, cámbiale el horario la siesta. Quizás tengas que despertarle.
• Proporciónale un despertador en caso de que se levante muy temprano. Dile que podrá venir a tu habitación cuando haya soñado. Procura que disponga de juguetes.
• Si se despierta a menudo, inventa un plan de premios: anota en una cartulina las noches y pega un adhesivo cuando no se haya despertado. Un cierto número de pegatinas (por ejemplo 5) equivale a un detallito.
• Si tiene miedo (por ejemplo a los monstruos en su cuarto), lee con él libros sobre este tema.
• Crea un cuento con él: empieza a contarle una historia inventada y anímale a que la termine él. Se convertirá en un momento esperado por él.
¿CUÁNTAS HORAS DE SUEÑO NECESITA EL NIÑO?
0 – 6 meses:
El bebé recién nacido duerme de toma a toma, pero hay bebés dormilones y otros despiertos. La media oscila entre 17 – 23 horas.
6 – 12 meses:
El bebé duerme una noche de unas 12 horas. Durante el día echa varías siestas. En total duerme entre 13 – 19 horas.
1 – 2 años:
Por la noche duerme unas 11 a 12 horas. También necesita una siesta matutina y otra después de comer. A partir de los 18 meses posiblemente ya no necesite la siesta por la mañana. Duerme entre 12 – 17 horas.
2 – 3 años:
El sueño nocturno abarca unas 11 a 12 horas. Sólo duerme la siesta después de comer. En total duerme entre 12 – 15 horas.
3 – 4 años:
Algunos niños ya no duermen la siesta. En total duerme entre 11 – 13 horas.
4 – 5 años:
Sólo duerme por la noche entre 11 – 12 horas.
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