Hay dos tipos de estrés: el positivo que hace que estemos preparados para afrontar una situación difícil, como circular por el tráfico, dar una conferencia, hablar sobre un tema delicado con alguien. El cuerpo segrega la hormona adrenalina en estos momentos. Y se da un tipo de estrés negativo, cuando se da una tensión crónica e intensa (causa molestias físicas y psíquicas). En este caso el cuerpo segrega la hormona cortisol. En circunstancias normales la placenta se encarga de que el cortisol de la madre no llegue al feto. Así éste se queda protegido del estrés materno, al menos hasta cierto punto. Cuando la madre sufre estrés crónico, la placenta no es capaz de defenderse y el cortisol de la madre pasa la barrera. Un nivel normal de cortisol, que el bebé mismo fabrica en las glándulas suprarrenales, es bueno, pues prepara los órganos para la vida fuera del útero. Pero cuando la cortisol de la madre pasa la barrera de la placenta, el nivel se dispara y esto afecta negativamente al desarrollo del bebé: frena el crecimiento y la formación de masa ósea, perjudica al cerebro y debilita las defensas. Los órganos maduran antes de tiempo, por lo que no crecen lo suficiente. También hace aumentar el riesgo a un parto prematuro.
EL ESTRÉS CRÓNICO
Del estudio del sociólogo noruego Rostad (1995) se concluyó que una experiencia traumática, vivida por la madre, como la muerte de un ser querido durante el embarazo, no afecta al desarrollo y al estado de salud del bebé. El feto sigue creciendo y obteniendo los nutrientes necesarios, aunque la futura madre sí sufre más problemas físicos y psíquicos debido al impacto de la experiencia. Aumenta la tasa de bajas en el trabajo y las estancias en el hospital. Lo que sí afecta al bebé, es el estar expuesto a un estrés crónico. A causa de ello, el bebé ya no crece bien desde el primer trimestre, es más pequeño y en un estado de tensión al nacer y una vea nacido, reacciona fuerte a situaciones de estrés. Por ejemplo conflictos duraderos con el marido, la familia, el jefe del trabajo o amigas, preocupaciones continuas, sentimientos que no se expresan y se intentan reprimir, crean una tensión en la madre, y, por consiguiente, en el bebé, que es perjudicial, mucho más que una experiencia traumática, en la que se expresan el dolor y la tristeza.
EL EMBARAZO: UN PERIODO MUY SUSCEPTIBLE
Física y psíquicamente estás más susceptible al estrés durante el embarazo. En ello influyen las hormonas que crean en ti un alto grado de vulnerabilidad. Los sentimientos están a flor de piel, experiencias dolorosas o traumáticas, vividas en la infancia, surgen fácilmente a la superficie y problemas con la pareja, que antes quedaban solapados, ahora vienen a relucir y piden una solución. Tus defensas contra sentimientos reprimidos, están debilitadas. A esto se añade la doble carga de trabajo y casa, lo cual es otra fuente de tensión. Y el embarazo en sí ya supone una tarea física dura; siempre acechan el cansancio y otras molestias típicas del embarazo. Las hormonas hacen que estés menos alerta y por consiguiente, debes hacer un doble esfuerzo para conseguir un mismo resultado, por ejemplo en tu trabajo o en las labores domésticas.
Ante esta situación, lógicamente hay que poner remedios. Durante el embarazo, el cuerpo va a un ritmo menor, la mente está ocupada con temas que giran en torno al parto y al bebé. Hay que acoplarse a esta nueva situación, si quieres evitar el estrés:
Si te encuentras ante conflictos familiares o con otras personas, toma las riendas en propias manos y busca una solución: pej. adquiere ayuda de un psicólogo, acude al asistente social del trabajo, pide la baja o busca una reconciliación. Asimismo es un buen momento para clarificar desavenencias con la propia madre y purificar el aire. Procura rodearte de personas positivas, respetuosas y cariñosas.
Ayuda práctica y emocional es importante durante el embarazo. Tu compañero desempeña un papel importante en ello, pero si no te la puede ofrecer o no tienes pareja, pide ayuda a otras personas. Una vecina que te escuche, puede significar mucho para ti.
Procura que el nivel de cortisol no se te dispare, bajando tus ambiciones en el trabajo. Acepta que durante el embarazo tu cuerpo adquiere un ritmo más lento y escucha a sus señales; descansa cuando el cuerpo te lo pide (quizás en tu trabajo te pueden facilitar una hamaca para dar una cabezada a mediodía).
Organiza bien tu vida: no intentes abarcarlo todo, delega tareas, pide ayuda y mimos y, sobre todo, sé realista. Si tus amigos te invitan a una cena a una hora en la que sueles estar agotada, cambia la cita para una comida a mediodía.
No te avergüences de tu vulnerabilidad. Llorar es sano y reduce la tensión corporal. Tomar un baño caliente, pasear, nadar o hacer ejercicios de yoga son actividades excelentes para liberar tensiones.
Dedícate a diario un tiempo: escucha música, anota tus sentimientos en un diario de embarazo, lee libros sobre el maravilloso crecimiento del feto, sueña despierta, inventa nombres, etc. Este es un periodo especial en tu vida, que sólo vivirás unas pocas veces.
Mide tu nivel de estrés
Reconocer los síntomas del estrés es el primer paso para mejorar la situación. Si sufres algunos de los siguientes síntomas, debes poner remedios.
Molestias físicas
Insomnio
Tener la gripe o constipados una tras otra vez
Dolores de cabeza
Dolores en la nuca o espalda
Levantarte por la mañana cansada
Molestias psíquicas
No ser capaz de poner prioridades
Pérdida de concentración
Sentirse deprimida
Preocuparse por todo
Cambios de conducta
Fumar, beber o comer dulces excesivamente
Esquivar los contactos sociales y amistades
Irritarse con facilidad
Ir corriendo de un lado a otro
RECUERDA
Los cambios que vives en el embarazo, no son negativos: te dan la posibilidad de madurar, conocerte mejor y abrirte ante tus sentimientos, lo cual muchas veces estrecha la relación con la pareja. Al estar más en contacto contigo mismo y con tu parte sensible, estarás mejor preparada para la llegada del bebé y entenderás mejor la infinita vulnerabilidad de tu propio hijo.
RECUERDA
No le perjudica al feto que sueltes tus sentimientos, sean positivos o negativos. Al contrario: le prepara ante el amplio abanico de emociones humanas, que a fin de cuentas forma parte de la vida. Lo que sí le afecta negativamente, es el estar expuesto a una tensión crónica en ti, cuando ésta no llegue a desahogarse.
Dibujos: Cèlia Vallès