EL DÍA A DÍA CON TRILLIZOS DE CORTA EDAD

Coks Feenstra · Psicóloga Infantil

26 de noviembre de 2012

EL DÍA A DÍA CON TRILLIZOS DE CORTA EDAD

El día a día con trillizos de corta edad es, sin duda, complicado. Y más cuando empiezan a andar y desplazarse por sí solos.

La mayoría de las consultas me llegan de padres con trillizos de entre 1 y 3 años. Me cuentan cómo sus trillizos se pelean constantemente, se hacen daño, no juegan en armonía, no escuchan ni les obedecen.

LA INCAPACIDAD DE COMPARTIR

Antes de los 3 años un niño aún no sabe compartir. Está aún en el proceso de descubrir su ‘yo’. En vuestro caso se trata de tres pequeños, cada uno intentando encontrar su propia autonomía. No es fácil: no solo deben entender que no son parte de la mamá, tal como pensaban en los primeros 18 meses, pero tampoco lo son de los otros dos hermanitos. Para ellos, entonces, es un proceso más complicado. Deben dar el paso de la sensación del ‘nosotros’, tal como se sienten en el primer año, al descubrimiento del ‘yo solito’.

Para poder afianzar este incipiente ‘yo’, necesitan pasar por una fase de gran posesión: todo es suyo. Cada uno reclama los juguetes como ‘mío’. Es normal, ya que para ellos los juguetes son una extensión del ‘yo’. Necesitan tenerlos en sus propias manos, ya que es parte de esta lucha por encontrar su sitio, su ‘yo’. Esto es así para todos los niños, pero en caso de hermanos de la misma edad las peleas son más frecuentes y más vehementes. Si hay hermanos de distintas edades, el mayor puede ceder, ya que entiende a su hermano pequeño, pero esto no es así para los trillizos. Así que el día a día es, a veces, una continúa lucha. Y más cuando se trata de tres niños varones, que por sí solos ya son más movidos y más peleones (lo explicaré a continuación).

Además los tres quieren la atención de la mamá y del papá para sí solos. Les cuesta mucho compartir, no solo los juguetes, sino también el amor. Si la madre, por ejemplo, le pide a uno que le traiga una cosa, los tres quieren hacerle este favor, que implica atención suya. Para ellos es imposible no responder a esta llamada suya. Lo mismo cuando por ejemplo el papá le besa a uno; seguro que los otros dos también exigirán un beso. Esto cambiará con el tiempo. Cuando tengan 4 ó 5 años, serán capaces de alegrarse por el otro u otros sin pedir lo mismo para sí mismo.

LAS PELEAS FÍSICAS

Y ¿por qué se hacen tanto daño? quizás te preguntes. ¿Por qué son tan peleones? Como no aún disponen de muchas palabras, se pelean mediante el lenguaje corporal: se muerden, se pegan, se tiran del pelo, se empujan, etc. Debemos entenderlo como una impotencia de ver dónde están los límites físicos de cada uno. Ni siquiera se dan realmente cuenta del dolor que infligen al otro. Solo ven este coche o esta muñeca en manos del otro y se lo arrebatan con un manotazo. Como ya dije: esta conducta emplea una función en su camino hacia el ‘yo’. Lógicamente para vosotros, los padres o sus cuidadores es una situación muy difícil. Los niños aún no son capaces de jugar en armonía. Por tanto, debemos guiarlos y no esperar que jueguen en armonía. ¿Cómo? Hay varios trucos para hacer más fácil el día a día:

• Evitar estar a solas con los trillizos durante muchas horas. Vale la pena contratar a una canguro o chica joven del barrio que eche una mano y juegue con los niños en compañía con la madre /o el padre. Los niños necesitan esta vigilancia. Dos adultos para tres niños pequeños, en edad de explorarlo todo, no es un lujo. Es una necesidad que rompe, además, la monotonía de una tarde tediosa en casa.

• Procurar llevarse a uno de los niños a dar un paseo o hacer un recado con cierta frecuencia. Supongamos que la madre esté a solas con los tres. Al llegar el papá a casa, ella aprovecha su presencia y se lleva a uno de los tres a hacer una pequeña compra y dar una vuelta por el parque. Este contacto individual con uno de los trillizos es todo un gozo, tanto para ella como para el niño, ya que le ayuda en entender que él es una persona autónoma. O bien el papá se lleva por un momento a uno de los tres. Esto también disminuye el estrés que sienten los trillizos a jugar siempre en la compañía de los hermanos.

• Dividir el día (o la tarde) en partes: un tiempo para los juegos; otro para ver un vídeo; otro para leerles un cuento (cada uno con un cuento en sus manos, ya que son posesivos) y otro rato con los tres al parque para que corran y quemen energías. Preferiblemente con algún acompañante.

• Crear un rincón en el salón para el juego solitario. Por ejemplo, uno está montando un puzle. Los hermanos intervienen y le molestan. En este momento coloca al niño que quiere jugar sin ‘ayuda’, en este rincón donde los hermanitos no podrán entrar. Un parque también sirve. Esto les calma y además, les beneficia la concentración.

NO NOS OBEDECEN

Otro problema que los padres suelen encontrar durante esta fase es su falta de obediencia. Los niños no les parecen oír y siguen haciendo lo que los padres les prohíben. O uno hace una trastada, el padre le corrige y al momento los otros le imitan. Es realmente para gritar de impotencia (los niños pequeños siempre se imitan).

Hay que tener en cuenta que para los padres de trillizos es más difícil inculcar normas a sus hijos. ¿Por qué? Ellos se refugian entre sí y se apoyan mutuamente. Además, si los padres les hablan, estas palabras no surten tanto efecto: siempre están los hermanos como para sentirse bien y seguros. Por tanto conviene aplicar unas pautas, específicamente para el caso de trillizos:

• Habla a cada uno personalmente en vez de hacerlo a todos a la vez, en caso de una trastada. El más efectivo. Cuando solo uno tiene la culpa, regáñale a él y no a los tres. Pide que en la guardería utilicen la misma táctica.

• Procura ser consecuente y perseverante en cuanto a las normas: un ‘no’ tiene que ser ‘no’ en cualquier circunstancia. Este punto es muy importante, más que en el caso de un solo hijo. Evita mensajes confusos.

• En algunos casos habrá que imponerles algún castigo, como puede ser mandarles un rato al pasillo o a su cuarto. Si solo uno está castigado, evita que el otro u otros le hagan compañía. Cuando los tres (o dos) se comporten mal, conviene mandarles a un sitio diferente cada uno; si no es así, se pondrán a jugar y el castigo les afecta menos.

• Tres hijos significa tener tres vocecitas que intentan persuadirte. Si insisten y no sabes qué contestarles, tómate tiempo y diles que necesitas pensarlo.

• Cada niño es distinto, así que es bueno tratarles de modo distinto. Uno es más responsable, más tranquilo, menos peleón. Adapta las normas al carácter de cada uno. Si por ejemplo el niño más revoltoso empieza a estar intranquilo y molestar, siéntale a tiempo en su trona con algún juego (por ejemplo plastilina) para que no reboten sus hermanos.

• Emprende con regularidad actividades con cada hijo individualmente. Esto beneficia el vínculo con tus hijos, lo cual a su vez fomenta en cada uno de los niños el deseo de ser ‘bueno’ y hacer caso a los papás. Desde un vínculo íntimo y estrecho la obediencia fluye con mayor facilidad. Pero acepta, al mismo tiempo, que siempre habrá momentos puntuales de rebeldía, típicos de esta fase.

• No evita la confrontación con los límites y los castigos. Castigar, siempre y cuando sean del tipo ‘pausa obligada’, eliminación de privilegios, es parte necesaria del hecho de ser padre. Los niños necesitan que se les pongan límites. Les ayuda a calmarse y saber a qué atenerse. Si los trillizos son tres varones, este punto aún tiene mayor importancia: la hormona testosterona, típica del niño, produce conductas enérgicas y revoltosas, además de medir sus fuerzas entre ellos. Necesitan que haya una jerarquía, si no se sienten perdidos. Si existe una estructura jerárquica, se pueden relajar. En las niñas no se da esta situación, en ellas predomina la hormona estrógeno.

En general los padres de trillizos necesitan emplear una disciplina más severa que otros padres. Además, como tres niños de la misma edad provocan más ruido, más desorden y dan más trabajo que tres de distintas edades, la imposición de normas es imprescindible para el bienestar de los mismos padres. Generalmente lo logran. Y si no, conviene buscar ayuda. Unas pocas sesiones con un psicólogo bastan para que aprendáis a lidiar con vuestros pequeños diablillos.

—————–

Coks Feenstra

Más información sobre trillizos en mi libro ‘El Gran Libro de los Gemelos’, Ediciones Médici.

Comparte este artículo si te ha gustado
Facebook
Twitter
Email
WhatsApp