EL DIA DE LA MADRE

Coks Feenstra · Psicóloga Infantil

2 de mayo de 2013

EL DIA DE LA MADRE

Este próximo domingo será el Día de la Madre. Cuando era pequeña, no celebrábamos esta festividad.

‘Es un invento de los comerciantes para ganarse dinero’, nos dijo mi madre, en un tono no exente de desprecio, ‘No quiero nada’. Su actitud era comprensible en aquel tiempo de posguerra en Holanda, en el que la principal preocupación era salir adelante. Mis hermanos y yo no protestábamos y dábamos por sentado que aquel día no se celebraba en nuestra casa. Los regalos que hacía en el colegio, los tiraba antes de llegar a casa o los guardaba en un sitio secreto para mi abuela paterna. Ahora, unos treinta años después, estoy casada con un comerciante y debo decir que los extra ingresos que este día conlleva para nuestra tienda, son de agradecer. Pero el verdadero significado de este día es otro; no se trata de comprarle un regalo caro a la madre. El valor de este día está en la pequeña fiesta que los suyos le preparan, exclusivamente para ella: los susurros, los secretitos entre los hijos, su complicidad con el papá, el ‘no se lo digas a mamá’. El mejor momento para mí es el desayuno. Ellos solos lo preparan y me lo suben a mi habitación. Entran en tropel con la bandeja y los regalos, sus caras expectantes con una mirada que expresa sólo una pregunta: ‘¿Le gustará lo que le he hecho?’. Y, después de saborear el café (no importa que esté hecho con agua caliente del grifo) y la tostada, cada uno me entrega su regalo, que ha quedado algo arrugado de tanto manosear y sucio por las manos pegajosas, cuando lo estaban haciendo. Y me miran fijamente, mientras desenvuelvo su regalo, esperando mi respuesta. De esto se trata este día. Y por ello decidí celebrar este día, cuando los niños empezaron a traerme regalos hechos con la ‘seño’ de la guardería.

Este año los niños ya llevan varias semanas preparándome sus sorpresas. Ramón y Thomas ya saben guardar el secreto. Pero como necesitan expresar su ilusión, me hacen comentarios, como ‘Está quedando superguay’ y ‘ya verás cómo te va a gustar’. Y Helena, con sus tres años, también guarda el secreto a su manera. El otro día me dijo: ‘Mamá, la seño ha dicho que no te puedo decir lo que estoy haciendo. Por esto no te voy a decir que he hecho unas flores muy bonitas, pero no te lo digo, así será más sorpresa, ¿a qué sí?’. ‘Si, hija, más sorpresa’, le contesté, mientras le besé sus mejillas suaves y sonrosadas. Y como una niña más, tengo ilusión por la pequeña fiesta que mañana me otorgarán. La considero como una manera de darme las gracias por las noches interrumpidas, la falta de sueño, los momentos apurados cuando los pierdo de vista y las eternas peleas. Es un pequeño honor al trabajo de la madre que todas nos merecemos. También mi madre se lo había merecido con sus seis hijos en una casa sin lavadora, lavavajillas, bañera y otras comodidades. En aquel entonces, cuando me prohibió celebrarlo, no sabía lo que ahora sé: el día de la madre no fue un invento de los comerciantes. Aunque más tarde ellos se aprovecharon listamente de ello, no fue lo que condujo a esta celebración. Había una vez una joven americana, Ana Jarvis, que decidió un buen día conmemorar la muerte de su madre, fallecida hacía seis años. Llamó a aquél día ‘el día de la madre’. Sus amigas siguieron el ejemplo. Más adelante, la hija de Ana decidió brindar homenaje a su madre durante su vida y así se creó ‘el Día de la Madre’. Pienso en mi madre y me da pena no haberlo celebrado nunca con ella.

EL ASPECTO PEDAGÓGICO DE ESTA CELEBRACIÓN

Las celebraciones en familia, como los días de Navidad, los cumpleaños o El Día de la Madre son las que dejan los recuerdos más felices en la memoria del niño. Sus primeros recuerdos se remontan más o menos a los tres años. Es la edad en la que el niño ya es capaz de hablar, lo que facilita que sus experiencias sean memorizadas. Las cotidianas, las que se repiten día tras día, como el desayuno en familia, los paseos por la tarde o el cuento antes de dormir, se unen en un recuerdo global, pero las experiencias especiales como las celebraciones familiares o aquella vez que se le permitió quedarse despierto hasta la vuelta de papá, son las que le quedan grabadas para siempre. Se piensan que las niñas tienen recuerdos más tempranos que los niños, porque hablan antes. No obstante, el lenguaje no es el único medio que ayuda a que los recuerdos sean guardados; también los sentidos tienen un papel en ello: sonidos, colores y sobre todo, olores evocan el recuerdo de ciertas imágenes y vivencias.

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Fragmento de mi libro: ‘El día a día con los hijos’, experiencias de una madre psicóloga. Ediciones Médici.

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