UNA REBELDE DE DOS AÑOS

Coks Feenstra · Psicóloga Infantil

16 de agosto de 2007

UNA REBELDE DE DOS AÑOS

Es fascinante ver cómo mi hija, de casi dos años, se resiste a irse a la cama. Lamenta con toda su alma que el día se haya terminado y hace todo lo posible para aplazar ese momento. Día tras día tenemos la misma lucha, pero he aprendido la lección y ya no le pregunto: ‘¿Te vienes con mamá? ¿Vamos a la cama?’. La respuesta siempre es la misma: un no rotundo, expresado con un grito claro y lleno de repulsión.

Esta respuesta es muy típica de los niños en esa etapa, en la que afianzan su personalidad. La están descubriendo, y para ello necesitan hacer uso de su voz y voto, para así vivir la sensación del ‘yo’. Por lo tanto conviene evitar las preguntas a las que puedan contestar con una negación; resulta más pedagógico hablarles en afirmaciones: por ejemplo, ‘Voy a llevarte a la cama’. Lo aprendí cuando Ramón y Thomas atravesaron esta etapa.

Todos los días, al anochecer, observo las primeras señales del sueño en mi hija. Veo cómo su carita se va poniendo rojo de sueño y cómo se frota los ojos con los puños. A esas horas ya ha cenado y está jugando en el salón. Es entonces, cuando me preparo para llevarla a la cama, tarea nada fácil. Me acerco a ella y le digo amablemente ‘Cariño, ya es hora de dormir’. La cojo en brazos y noto cómo su cuerpo, normalmente ágil y ligero, de repente se pone rígido y se vuelve pesado. Todo en ella se resiste a mi comentario, lucha contra lo inevitable y lo injusto, mientras grita: ‘No, mamá, no, yo un poco de no sueño, un poco de no sueño’. Una y otra vez repite esta misma frase, que por cierto me hace mucha gracia. Con su lengua de trapo intenta explicarme que no tiene sueño, pero no cedo, me pongo firme y la llevo a su habitación. La desvisto y le pongo el pijama, lo que no resulta fácil, ya que sigue pataleando y gritando. Me aguanto, me muerdo los labios y dejo escapar más de un suspiro, pero me controlo. Algunas veces le he dado un azote en el culo, pero como acabo sintiéndome muy mal he decidido no hacerlo más.

En el fondo la comprendo: ella es una personita muy activa y siempre está ocupada con algún juego interesante. Sin duda, dormir le parece una actividad extremadamente aburrida y una pérdida de tiempo. No sabe despedirse del día y le cuesta cambiar de rumbo. Como todos los niños de su edad, es inflexible e incapaz de pasar de una actividad a otra. Cuando la quiero bañar, se resiste, pero cuando finalmente está en la bañera y llega el momento de sacarla (el agua se está enfriando), no quiere salir. Y ¡así con todo! Lo que mejor me funciona es no decirle nada, sino llevar a cabo lo que es necesario. Hoy le lavo sólo las manos y los dientes. Ya está lista para ir a la cama. La cojo otra vez en mis brazos. Todavía está en plena protesta. Sin hacerle caso, la doy suaves palmadas en la espalda, procurando que su cuerpo se apoye contra el mío. He descubierto que así logro romper su resistencia a hacerme caso y rendirse al sueño; a fin de cuentas está muerta de sueño. Esta noche no va a ser una excepción: noto cómo su cuerpo paulatinamente se relaja, su cabecita se apoya ahora por completo sobre mi hombro. Le canto una nana, y aún se relaja un poco más, su respiración se vuelve tranquila. Casi está dormida. La tumbo suavemente en su cuna. Por un momento abre los ojos y me mira. ‘Mañana….¡yo jugar!’, me dice y cierra de nuevo los ojos. De puntillas salgo de su cuarto. ‘Si, hija, mañana jugarás’, le digo sin pronunciar las palabras.

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EXPLICACIÓN PSICOLÓGICA DEL RELATO:

Aquí se trata del descubrimiento de la propia personalidad. El niño durante el primer año de vida, se percibe a sí mismo como parte de su madre. No entiende todavía que él es una persona independiente y autónoma. Pero, gracias a nuevas habilidades, empieza a cambiar: aprende a gatear y se aleja de su madre; sentado en su trona deja caer sus juguetes y, haciéndolo una y otra vez, llega a la conclusión de que es él quien causa el estrépito; llora y descubre que todos acuden a él. Durante su segundo año de vida el concepto del ‘yo’ se va consolidando. Debido a ello el niño atraviesa una etapa de protestas y rebeldía, ya que así vive el ‘yo’ y afianza su personalidad. Esta etapa no resulta fácil para los padres (ni para el niño), pero hay que tener presente que en el fondo es una buena señal, ya que indica que el niño está madurando. Sobreponte a la situación y no tomes las protestas como algo personal. A veces será necesario ser flexible; por ejemplo, permitiéndole que lleve ropa de su gusto o beba de un determinado vaso; otras veces, hay que ser constante y no dar opción al ‘no’. Navegando entre estos dos polos saldrás airosa de esta etapa.

Capítulo extraído de mi libro \\\\\\\’El día a día con los hijos\\\\\\\’, experiencias de una madre psicóloga. Ediciones Médici.

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