A los niños en general les encanta las costumbres familiares y las tradiciones festivas. La Navidad es una de ellas por excelencia, en parte porque se celebra el nacimiento de un niño especial y por otra porque en el ambiente fuera y dentro de casa se respira una atmósfera única, llena de alegría y expectación.
Hoy, cuando me fui a hacer la compra para la comida de Navidad, percibí este ambiente. Me parecía que todos anhelamos tener una celebración especial en la que nos olvidamos un momento de nuestras preocupaciones, tanto las personales como las que atañan a nuestra sociedad (paro, crisis, corrupción, democracia amenazada, derechos vulnerados…..).
Las calles y tiendas están decoradas. Estrellas iluminadas brillan desde los escaparates. Fachadas de casas llevan guirnaldas que decoran los balcones. Papa Noel también este año intenta adentrarse en algunas casas. Dentro de las casas luce el árbol junto al belén. No se puede negar, hay algo especial en el aire.
Los hijos también lo notan. Los más pequeños lo perciben en el estado anímico de sus padres y contemplan con asombro al árbol en el salón. Los más mayores se acuerdan del año pasado y se regocijan en la reunión familiar que se avecina: las comidas, los juegos con los primos, el esconderse debajo de la mesa en la que abuelos, padres y tíos apuran -entre risas y bromas, café y pasteles- la sobremesa. Y sobre todo esta expectación de que si va a venir Papá Noel para traer regalos. Pasarán el día según las costumbres de la familia. Algunas jugarán a parchís, en otras un familiar leerá un cuento navideño. En otras se hará música y en muchas mirarán una película que gusta a todos y que termina bien. Y así se van pasando las costumbres de una generación a otra. Es esto lo que gusta a niños y adultos, ya que nos hace sentirnos conectados.
Es ahora que los recuerdos suceden. Lo que vuestro hijo vive, formará parte de su memoria que marcará sus recuerdos.
La Navidad para el niño, a parte del significado religioso, es la celebración de la vida familiar. Incluso el niño solitario que se siente triste, vive esta fiesta con ilusión ya que le ayuda a percibir que él también pertenece al clan. En la mesa del día de Navidad es uno de ellos, una sensación única que le protege contra las adversidades y que todo niño tanto necesita.
La importancia de la fiesta no está en lo que se come ni en lo que se regala. También en una celebración sencilla se puede crear este efecto beneficioso. De lo que un niño en realidad más disfruta es sencillo: tener a sus padres, abuelos, tíos, primos y sobrinos juntos en un ambiente relajado y armonioso. Y esto nace por si solo cuando todos los mayores disfrutan de la celebración, se olvidan de sus roces y problemas, desconectan de sus quehaceres, obligaciones y móviles; de todo aquello que nos distrae de vivir realmente estos momentos.
Momentos tan vitales, tan importantes, de estar juntos, de recordar a los que ya no están con nosotros pero que siguen en nuestro corazón, de reflexionar sobre la vida y de valorar lo que tenemos.
¡Feliz Navidad!