LA IMPORTANCIA DEL JUEGO

Coks Feenstra · Psicóloga Infantil

31 de julio de 2008

LA IMPORTANCIA DEL JUEGO

Jugar es un impulso innato, que revela el deseo de vivir, de crecer y de aprender. Las ganas de jugar siempre están presentes en cualquier niño. Por ello todos los niños juegan, también donde apenas hay juguetes:

un trapo se convierte en una muñeca y una cajita vacía en un camión. El juego procede de la curiosidad del niño y de su afán por aprender. Jugar empieza ya en un momento temprano de la vida humana (el bebé que descubre sus manitas, ya está jugando) y realmente no termina nunca. Los juegos siguen siendo un punto de encuentro y una diversión en la vida adulta. Jugar es indispensable para el desarrollo de vuestro hijo, ya que así aprende, descubre, crea, imita, asimila experiencias y madura. Jugar es más que un juego, más que una forma de diversión, es ¡una necesidad!

Estas son las funciones del juego en las diversas etapas en la infancia:

EL BEBÉ (0 – 1 año)

El primer juego del bebé es agitar sus manitas ante sus ojos, mirarlas sorprendido y meterlas en su boca. Le ayudará a conocer su propio cuerpo y estimula la coordinación entre vista y movimiento. Una y otra vez intenta acercar sus manos a su campo visual. Este juego puede parecer un juego solitario, pero no lo es del todo: vosotros disfrutáis al verle esforzándose y seguramente le hablaréis. Será en uno de estos momentos de complicidad en que una gran sonrisa se esboza en su carita. Vosotros, encantados con este gesto angélico, le respondéis con más sonrisas y más palabras. Se establece el primer diálogo, a base de miradas, balbuceos y gestos. Así vemos que el juego, desde casi el mismo comienzo de la vida, desempeña varias funciones, tanto en el desarrollo motriz (la coordinación ojo-mano), como en el desarrollo social (la relación con vosotros) e intelectual (comprender que estos rostros que tanto le intrigan, sois vosotros y que ¡estas manitas son suyas!). Durante el primer año el niño se interesa por todo lo que estimula sus sentidos, como ver, oír, tocar, sentir y oler. En cuanto a la vista, mover un objeto, como un sonajero delante de su cara lentamente para que lo pueda seguir con su mirada es uno de sus juegos favoritos. Como la cara humana tiene una atracción especial para él, mayor que cualquier juguete, aparecer y desaparecer vosotros mismos de su campo de vista, le resultará muy excitante. Mirará atento las características de vuestras caras (ojos, nariz, boca) en las que poco a poco irá distinguiendo varias expresiones. Y éstas, a su vez, le ayudarán a expresar sus propios sentimientos, como alegría, aburrimiento, sorpresa, etc.

En cuanto al sentido del oído, le encanta oír sonidos. Un sonajero, una musiquita alegre, la voz de vosotros e incluso el sonido de los cacharros de la cocina le llaman la atención.

Y en cuanto al tacto: ¿a qué bebé no le gusta agarrar a sus papás por el pelo y las gafas o tirar de los pendientes y collares de la mamá? O, ¿dormirse plácidamente cogido a un trozo de la sábana, de un peluche o una muñeca de trapo? Así va conociendo diferentes materiales y texturas. Y una combinación en que se estimula los tres sentidos a la vez, es lo más bonito: agitar un sonajero de tela ante sus ojos y tocar su nariz con él le hará soltarse en carcajadas.

A los 4 meses es capaz de coger objetos que se hallan cerca de él, de forma fortuita; así coge el sonajero que se encuentra en su cuna y se lo acerca a su vista y su boca; ésta es su forma de conocerlo. Se queda intrigado por su ruido y no tarda mucho en darse cuenta de que cuando lo agita, suena un ruido. Lo hará una y otra vez hasta que se le cae de las manos. El bebé, acostado en su cuna o parque, no se pasa el tiempo de forma pasiva; al contrario: balbuceando, moviendo brazos y piernas, tocando el gimnasio o centro de actividad, está aprendiendo y estimulando sus sentidos.

A los 9 meses ya sabe sentarse, lo que cambia su visión del mundo y su campo de acción. Ahora él mismo es capaz de coger los objetos con mayor precisión y el agitarlos de forma incontrolada disminuye; se los lleva a la boca y los examina. También los examina con sus manos, que están a punto de sustituir a la boca en el descubrimiento de los objetos. Le encanta meter y sacar objetos de una caja y pasarlos a otra. Así entrena su habilidad manual (la motricidad fina) y estudia el fenómeno de desaparecer y aparecer. Otro juego favorito a esta edad es tirar los juguetes al suelo, desde su trona o parque y llamaros para devolvérselos. Este juego, como todos los juegos, tiene un significado: aprenderá sobre la ley de la gravedad y sobre la permanencia de los objetos; éstos pueden desaparecer de su campo visual, pero siguen existiendo (el desarrollo intelectual). También le encanta involucrar a vosotros en este juego, ya que nota que él mismo es capaz de influir en vuestra conducta; ‘yo tiro y ellos acuden’, lo cual le ayuda a comprender el sentido del ‘yo’ y de los otros (desarrollo social).

A esta edad el niño empieza a desplazarse por sí mismo. Ahora intenta alcanzar un juguete, aunque esté lejos. Su juego favorito es gatear. Desplazándose empezará a entender por su propia vivencia conceptos como cerca-lejos, alto o bajo, lo que es importante para el desarrollo de la lateralidad (y esto le facilita a mayor edad la comprensión de conceptos del cálculo). Y por último: el niño, que gatea, toma conciencia de sí mismo a través de los desplazamientos. Así que déjale que gatee a sus anchas.

EL DEAMBULADOR (1 – 2 años)

Mientras el juego cumple en los primeros 12 meses una función importante en el desarrollo de los sentidos, en el segundo año de vida el desarrollo motriz es el eje principal de sus juegos; el niño está a punto de andar y por ello su actividad favorita es utilizar el andador y el arrastre. Todas sus actividades frenéticas sirven este fin: aprender a andar bien. Pero hay más progreso durante este periodo: el niño va a conocer los objetos por su nombre y por ello le gusta que miréis con él libros que contengan dibujos de los objetos cotidianos (esto estimula el desarrollo del lenguaje, que es parte del desarrollo intelectual). A los 15 meses ya sabe utilizar los objetos con una finalidad: con el cepillo de papá se ‘peina’ el pelo y el coche lo deja correr por el suelo, emitiendo un ‘brummmm’. Es la primera vez que se introduce en su juego un elemento de la imitación, de la que hablaré a continuación. A los 21 meses el juego intencionado se acentúa más; cuando monta un puzzle y le falta una pieza, mira a su alrededor y lo busca. A esta edad ya hace una torre de dos piezas (estimula la motricidad fina) y juega a escondite. Si tú, papá, te escondes, él va en tu busca; se siente aliviado al encontrarte de nuevo. Así aprenderá que no apareces del todo, aunque te pierda de vista. Este concepto llamamos ‘la permanencia de los objetos’ y el escondite le ayudará a comprenderlo, al mismo tiempo que le sirve para sobrellevar mejor las separaciones de vosotros.

EL NIÑO CREATIVO (2 – 4 años)

Alrededor de los dos años se inicia un nuevo elemento en el juego, el de la imitación. El niño coge el teléfono y habla en el auricular; o con una cucharadita da de comer a su muñeca. Es el juego simbólico, que permite al niño a representar las situaciones que él mismo vive a diario. Por ejemplo le ata a su oso de peluche un cordón y así éste se convierte en un perro que necesita un paseo. O, tres sillas en una fila es un tren y la alfombra es el mar (aquí vemos el inicio de la numeración). Esta transición del juego manipulativo y concreto que caracteriza los primeros dos años, al juego simbólico, es un gran paso en el desarrollo intelectual, social y emocional del niño. Le permite conocer el mundo que le rodea. Al jugar a papas y mamas, comprende mejor estos roles y esto enriquece su conocimiento. También le sirve para asimilar ciertas experiencias. Carla, de 3 años, ha tenido un hermanito y ahora juega con su muñeca. Le dice que no tiene que ser pesada y que tiene que esperar, ya que ella está ocupada. Así asimila la experiencia que le toca a vivir a diario. Y José, de 3 años y medio, juega a que él es el mar y que sus brazos hacen grandes olas, agitándolas fuertemente. Así asimila la fuerte impresión que vivió cuando vio por primera vez la inmensa superficie del mar. Estos juegos, en los que podemos observar los elementos de crear, imitar, repetir (jugar una y otra vez lo mismo), son de particular interés por el desarrollo del pensamiento del niño. A esta edad el niño dispone de unas 200 a 300 palabras y hablando en sí mismo, practica los nuevos términos que oye a diario. El juego le ayuda a comprender su significado. Asimismo intenta forma una idea del mundo y su juego le permite rehacer estas ideas, según vaya comprendiendo mejor las relaciones entre los sucesos. Las facetas de la motricidad, como correr, andar, saltar, subir, etc. siguen siendo importantes, aunque ahora los aspectos del pensamiento y del desarrollo intelectual cobran a importancia. Los juguetes a esta edad le sirven, aparte de poder crear sus fantasías, también para adquirir el concepto del ‘yo’. El niño ya sabe que no es una parte de su madre, sino una persona autónoma, pero comprenderlo en toda su complicidad es un proceso lento en el que la posesión de los juguetes le sirven de ayuda: el niño se identifica con ellos, son parte de él, los manipula, los tira, construye con ellos, etc, por lo que va adquiriendo una idea del ‘yo’. Por ello es muy posesivo, a todo lo llama ‘mío’, aún no es capaz de compartir. Le gusta la compañía de otros niños, pero no juega todavía con ellos. Es la fase del ‘juego paralelo’.

EL NIÑO SOCIAL (4 – 6 años)

Gradualmente el juego paralelo está sustituido por el juego cooperativo (el jugar con). A esta edad el niño es más colaborador y le cuesta menos compartir sus juguetes, ya que entiende el concepto de prestar e intercambiar. Ahora podemos observar el juego social: los niños reparten roles y siguen con su juego simbólico. ‘A qué tú eras la mamá y yo soy el bebé, ¿vale?’. Este juego tiene un significado positivo: el niño representa el papel de otra persona, lo cual le sirve para saber ponerse en su lugar. Las situaciones que vive a diario, en casa o en el colegio, las elabora en su juego. Le ayuda a desahogar tensiones y a asimilar lo que vive. También desvela, de forma solapada, sus miedos y problemas. Por ejemplo Linda, de tres años, juega con muñecas, que según ella son huérfanas (representa el miedo a perder el amor paterno). Javier, de 4 años, es en su juego Superman y vence a los dragones (por la noche le atormentan en sus pesadillas). Y cuando la maestra en clase habla de las profesiones, Alberto, de 4 años, lo asimila en su juego, siendo bombero, tendero, médico, etc. A esta edad no toma los roles muy al pie de la letra; por ejemplo primero pincha a su paciente y luego ‘desinfecta’ la zona. Pero a mayor edad, la representación debe ser más perfecta: primero el alcohol y luego el pinchazo, ya que así como un médico de verdad lo hace. Para el niño de 5 años el juego debe ser auténtico y fiel a la realidad. A esta edad también les gusta vestirse con prendas viejas de vosotros o con disfraces; así sus roles les parecen más reales. El juego con otros niños, tan frecuente a esta edad, también le ayuda en el desarrollo social: el niño tiene que hacer pactos con su amiguito, buscar compromisos y defender lo suyo. Todo esto conlleva a algunas que otras peleas, lo que le enseña a hacer las paces. Y a su vez ésta es una buena preparación para la vida adulta en la sociedad, en la que también se trata de buscar compromisos y saber convivir en paz. A través del juego el niño encuentra su lugar en el grupo. Algunos son líderes, otros seguidores y alguno que otro solitario. A través del juego podéis observar las características de vuestro hijo, porque su juego desvela aspectos de su carácter. A los 5 años van a ser importantes los juegos con reglas, como jugar a pillar, el juego de la oca, etc. Muchas veces los mismos niños se inventan las reglas, lo cual ya es un juego apasionante en sí. A más edad seguirán las verdaderas reglas. Estos juegos tienen un elemento de competición; a esta edad no es fácil perder y mantener la compostura. A veces conviene aguardar estos juegos para más adelante. Aún ¡quedan muchos años por jugar y aprender!

LAS VENTAJAS DE JUGAR CON ÉL

 El niño descubre más posibilidades al juguete, lo que enriquece su uso.

 estimula el desarrollo del lenguaje.

 El paso del juego compartido al juego solitario es más fácil; después de la atención paterna, el niño se siente más estimulado de seguir jugando solo.

 Es un modo estupendo de conocer a vuestro hijo: sus preferencias, su estado de madurez y sus habilidades.

 Una forma positiva y gozosa de estar juntos y pasarlo bien.

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