Mencioné este fenómeno en relación con las rabietas. Por ejemplo, Ana se enrabieta porque su madre le prohíbe sacar la tierra de una maceta. Se tira al suelo y patalea. Su hermano mellizo Juan, que empatiza con Ana, empieza a llorar, lo cual hace incrementar las patadas furiosas de Ana. Ahora, debido al “contagio emocional”, hay una rabieta a dúo.
Este fenómeno se llama el síndrome de intensificación gemelar (SIG), una traducción del inglés, The Twin Escalation Syndrome. Los múltiples se contagian mutuamente del estado anímico del otro. En realidad esto también se da entre hermanos de distintas edades, pero como la convivencia entre los múltiples es más estrecha e íntima, el efecto en ellos es mucho más fuerte y más frecuente. En caso de trillizos se habla del ‘Síndrome de Intensificación Triple’.
Hablaré de gemelos monozigóticos cuando son idénticos y dizigóticos cuando son mellizos.
LA VIDA DIARIA CON LOS MÚLTIPLES Y EL SIG
Este síndrome no solo lo observamos en las rabietas. En realidad la vida diaria está llena de situaciones de este tipo. Como vemos en el siguiente ejemplo: Carlos sopla en su vaso de zumo. Ante su sorpresa aparecen burbujitas. El niño grita entusiasta. Tobías que lo está mirando, lo imita, pero sopla más fuerte. Ahora el zumo se sale del vaso. Carlos coge su vaso y empieza a sacudirlo. En un segundo apenas queda zumo en los vasos que cae goteando de la mesa al suelo.
Los gemelos y los trillizos se imitan continuamente. Además, empatizan con el otro (u otros) y viven las emociones del otro como suyas propias. Y hay un factor más: los dos (o tres) intentan acaparar la atención de sus padres. La competitividad para conseguirla también juega un papel en este síndrome.
Un ejemplo de trillizos, tres varones, 4 años: los tres están sentados en la mesa. Pablo no deja de moverse en su silla. En un momento dado la silla se le cae, pero Pablo queda de pie. Sus hermanos se desternillan de risa e intentan hacer lo mismo. Pero en vez de que se les caen sus sillas, son ellos lo que terminan en el suelo. Ahora las risas cambian en llantos.
Su madre me cuenta: “Los niños son capaces de jugar unas horas muy bien. Pero siempre viene un momento en que alborotan. Se vuelven intranquilos, discuten, su tono va a más y al final, si no intervenimos, se pegan y terminan rodándose en el suelo. Nosotros hemos aprendido a lidiar con esa situación y sabemos cómo redirigirla. Pero los abuelos que a veces les cuidan, ya nos han dicho que de momento no quieren quedarse solos con ellos, porque los niños en tal estado les superan”.
Unas pautas:
• Como 2 ó 3 niños de la misma edad provocan más ruido, más desorden y más caos, es importante mantener unas reglas estrictas. El ‘no’ ha de ser no en todo momento, consensuado además entre los dos padres. No debe haber lugar a mensajes ambivalentes y confusos. Cuantas más claras las normas, mejor.
• El poder de convicción de los múltiples es mayor al de un niño solo, así que hay que saber mantener las propias ideas y no ceder a la primera. Si en algún momento no sabes qué decirles (ambos están convenciéndote de su razón), diles que lo pensarás y que volverás sobre el asunto más tarde.
• Cuando alborotan, sepárales. Una distancia física les ayuda a adoptar un nivel de energía menor. También hay ciertas actividades que son idóneas para crear calma en casa: ver dibujos, pintar, modelar plastilina, leer un cuento, etc.
• Cuando hay que corregir a los niños, háblales a cada uno individualmente. Si no, los niños no se sienten aludidos. Ten en cuenta que los múltiples sienten el apoyo del otro, así que ya de por sí están menos dados a escuchar y obedecer. Y, desde luego, la culpa también suele ser ‘del otro’.
• Intenta anticipar ante el SIG. Hay señales que indican que se está gestando: el tono de voz aumenta, el nivel de energía sube y las risas se multiplican. Intervén y pon algún remedio, como por ejemplo proponer una actividad totalmente distinta. También suelen haber momentos que son más propensos a que se produzca, como al final de la jornada cuando los niños ya están saturados de vivencias y estímulos. En estos casos es bueno repartir las tareas entre ambos padres. El papá ya baña a uno de los niños, mientras la mamá con el otro prepara la cena, etc.
• El cansancio es un factor en la aparición del SIG. Cuando más cansados, más enérgicos se vuelven los niños. Esto ocurre porque el niño pierde el control sobre sus impulsos. Por tanto, despliega una energía aún mayor. No aparenta estar cansado, pero lo está. También corre más riesgo a sufrir algún percance, porque domina menos su motricidad o enzarzarse en peleas porque se enfada a la mínima. A más sueño, menos capacidad para aguantar una frustración o una espera. Mantener un estricto horario en cuanto a sueños y comidas evita muchos de estos momentos difíciles.
EL SIG SEGÚN EL TIPO DE GEMELOS O TRILLIZOS
No todos los gemelos y trillizos sufren de igual modo del síndrome de la intensificación múltiple. Influyen el carácter, el sexo e incluso el tipo de gemelo (idénticos o no). Los idénticos tienen un nivel de energía muy similar. Si este es alto, el de los dos o los tres aún lo es más. Cuando están sin el co-twin, juegan más tranquilos, pero cuando están juntos, despliegan una alegría y energía mayor.
Una madre me contó lo siguiente: “Tengo gemelos monozigóticos, de 5 años. Disfruto mucho con ellos, aunque reconozco que educarles no es fácil. Tengo la sensación de tener tres hijos en vez de dos. Primero están ellos dos como individuos: Carlos, el responsable y el sensato; Ricardo, el ‘rabo de lagartija’ y el sensible. Los dos juntos son un individuo distinto: ruidosos, imparables, fantasiosos….. Si juegan en su habitación, ubicada justo encima del salón, es como si una manada de elefantes pasara por mi cabeza. Totalmente distintos a como son cuando los trato de uno en uno. Y esto es confuso”.
Si los múltiples son dos o tres varones, la situación se presta bastante para que se produzcan las situaciones del SIG. El nivel de testosterona es más alto en los niños que en las niñas, por lo que ellos producen un alto nivel de energía y acción. Entre los 4 y 6 años este nivel alcanza cotas altas, luego va bajando, pero se mantiene más alto que en las niñas.
Los gemelos, sobre todo los dizigóticos, y los trillizos varones, suelen pelearse por sus pertenencias y posesiones y por el territorio. Necesitan saber qué es de cada uno. Por tanto, es bueno designar a cada uno un propio lugar en el salón y un armario de juguetes para cada uno (o por lo menos, unos estantes individuales). Así saben qué pertenece a cada uno y no tienen que luchar por ello. También necesitan normas y reglas claras. Al saber quién está al mando (papa y mamá), se relajan. Si no, luchan por saber quién manda.
Educar a múltiples es todo un reto. Para los padres, lidiar con el SIG requiere paciencia, diplomacia y flexibilidad. A medida de que los múltiples crezcan y maduren, aprenderán a mantener el propio estado anímico y la influencia emocional del co-twin irá disminuyendo.
Para concluir os quiero informar sobre un dato esperanzador: según un estudio de la Universidad Libre de Amsterdam (Holanda), los gemelos de corta edad (entre 2 y 3 años) no mostraban tener más problemas de conducta como desobediencia, agresividad, rebeldía que otros niños de partos sencillos. Al contrario, para algunos parámetros, como problemas de sueño y conductas de rebeldía y protestas los gemelos sacaban puntuaciones algo más bajas. Y otros estudios demuestran que la estrecha convivencia que comparten desde antes de nacer, les enseña a compartir, dialogar y colaborar a una edad temprana.
Más información:
El Gran Libro de los Gemelos