¿CÓMO HABLARLE DE LA MUERTE?

Coks Feenstra · Psicóloga Infantil

25 de febrero de 2008

¿CÓMO HABLARLE DE LA MUERTE?

La muerte es una parte de la vida que no podemos ocultar ante los hijos. Pero no es un tema fácil. ¿Cómo se lo explicamos? Y ¿qué reacciones puede tener?

Nadie lo desea, nadie se lo plantea, pero es posible que un niño pierda a un ser querido, como uno de sus abuelos u otros allegados de la familia. Cuando fallece un familiar o incluso su mascota favorita, son muchas las impresiones que le invadirán y numerosas las preguntas que le sobrevendrán: ¿por qué?, ¿cómo? y ¿dónde estará ahora?

El niño hasta los cinco, seis años, no tiene una idea clara de lo que significa la muerte. Piensa que es un estado temporal y no lo considera como algo irreversible: unas veces una persona está muerta y otras veces no, tal como lo demuestra en sus juegos. No capta el estado definitivo de la muerte. Se lo debemos explicar lo más abiertamente posible, sin palabras que den una falsa imagen. Cuando le decimos que la persona se ha dormido para siempre, creamos un problema: el niño confundirá la muerte con el sueño y no querrá ir a dormir por miedo a morir. Cuando le decimos que la persona se ha ido de viaje, pensará que volverá a verla, porque de los viajes se suele regresar. No debemos darle falsas esperanzas, porque le traerán grandes desilusiones. Es mejor que le hablemos sobre lo irreversible de la muerte. Se lo podemos explicar con el ejemplo de un animal: ‘Cuando no bebe, no come, no se mueve y no respira, se ha muerto. Y lo debemos enterrar, igual como a la persona que hemos perdido. La vida tiene un principio (el nacimiento) y un fin (la muerte). Normalmente las personas mueren cuando llegan a mayores o cuando tienen una enfermedad que el médico no puede curar’. Los niños suelen aceptar bien esta ley de la vida y la asimilan poco a poco. Si, al contrario, le mantenemos al margen de lo ocurrido (no se lo contamos y le mandamos a casa de unos familiares), le dificultamos la situación: el niño suele ser muy sensible e intuye que algo grave está pasando en la familia. Pero no sabe qué es y como nadie se lo dice, se va formando sus propias ideas que, debido a su rica fantasía, le suelen causar aún más miedo que la verdad.

RESPUESTAS HONESTAS

Es probable que tu hijo te pregunte tras tu explicación: ‘Mamá (o papá), ¿tú también te vas a morir pronto?’. Lo que más teme, es perder a sus papás. Le puedes decir que quieres vivir muchísimos años más para estar con él y verle crecer, aunque nadie en realidad sabe su momento de dejar el mundo. Es bueno atenerse a lo que tu hijo te pregunte y no dar más detalles. El niño suele ir asimilando este tipo de información poco a poco. En cuanto lo haya asimilado (esto puede durar semanas o meses), volverá sobre el tema con preguntas de más profundidad. Entonces, habrá llegado el momento de explicarle otras cuestiones. Al atenerte a sus preguntas, no corres el riesgo de contarle detalles que todavía no sea capaz de asimilar. Y esto es justo lo que le puede causar miedo.

Es inevitable que el niño se dé cuenta de tus emociones y no lo podrás evitar. Hasta un niño de 3 años ya sabe lo que es sentirse triste o apenado, así que lo mejor es decírselo. Explícale que no tiene nada que ver con él, sino con la persona fallecida. Podéis hablar sobre la persona, nombrar sus cualidades o las experiencias con ella. Quizás tus palabras le inciten a tu hijo a expresar sus propias penas. Si tu tristeza se prolonga durante mucho tiempo, asegúrale que vas a estar bien, pero que necesitas algún tiempo. Lo que más teme el niño pequeño, es que la situación familiar cambie para siempre y que no volverá a verte alegre nunca más.

SU FORMA DE ASIMILARLO

Debes tener en cuenta que los niños asimilan estas fuertes impresiones de una forma muy distinta a la nuestra. Es posible que él, a poco de oír la triste noticia, se ponga a jugar, ¡como si la cosa no fuera con él! Pero no debemos pensar que sea insensible a lo ocurrido. Los niños cambian más rápidamente de humor que nosotros. Su tristeza, sus lágrimas y sus comentarios vendrán más tarde, cuando parece estar absorto en sus juegos.

Algunos niños reaccionan ante la pérdida de un ser querido con problemas físicos (dolores del vientre entre otros) o retroceden en su desarrollo. Quiere decir que vuelven a tener problemas que ya tenían superados, como hacerse pis por la noche, dormir con los papás, pedir de nuevo el chupete o llorar antes de entrar en el colegio. También puede ocurrir que el niño pierda el apetito y tenga problemas con el sueño. También hay niños que reaccionan con enfado. Se pregunta por qué tenía que perder a una persona que tanto quería. Bajo su enfado se esconde una gran tristeza y desesperación. Es importante hablar con él y hacerle saber que entiendas este sentimiento. Compartirlo contigo le ayudará y fortalecerá vuestro lazo.

¿CÓMO AYUDARLE?

 Déjale que hable una y otra vez sobre lo ocurrido. Esto le ayudará a asimilarlo. Puede que te haga preguntas que son difíciles de contestar. Sé sincero con él y dile lo que tú mismo crees según tu propia fe.

 Es probable que a raíz de lo ocurrido tenga miedo a morirse o a perder a vosotros. Explícale una y otra vez la ‘ley de la vida’ y dile que esperes vivir muchos años más para estar con él y verle crecer.

 El niño puede llegar a sentirse culpable sobre lo ocurrido. Hasta los 6 a 7 años no distingue bien entre la realidad y la fantasía. Según su lógica, lo que uno piensa puede hacerse realidad. Es posible que alguna vez haya tenido pensamientos negativos hacia la persona fallecida, lo que le hace pensar que por su culpa ya no está con vosotros. Explícale que los pensamientos negativos entre las personas son normales, ya que toda persona tiene facetas positivas y menos positivas.

 Es preferible que el niño se quede con sus papás y que no le mandéis a casa de unos familiares. Compartir la tristeza y los momentos dolorosos une vuestros lazos, a no ser que se trate de una situación excesivamente traumática. En este caso procura que su estancia con familiares no perdure mucho tiempo.

 Sigue con las costumbres de siempre en la medida de lo posible (como recogerle del colegio, leerle antes de dormir). Los rituales y rutinas familiares le dan seguridad y la sensación de que, a pesar de todo, la vida sigue.

 Si es su animal el que murió, déjale que se despida de él y entiérralo juntos. Estos rituales le ayudan a asimilar la experiencia (los niños con un animal en casa aprenden de forma natural el concepto de la muerte).

 Si tu hijo no quiere hablar sobre lo ocurrido, no insistas. Es posible que un percance de poca importancia, como una caída o un corte, cause un llanto desproporcionado. Así desahoga las tensiones acumuladas. Leer libros con él sobre la muerte también es conveniente.

¿PUEDE PRESENCIAR EL ENTIERRO?

Esto depende de varios factores, como la edad del niño, su relación con la persona fallecida, su carácter y de cómo se va a desarrollar la ceremonia (si el ambiente va a ser sereno o no). Una ventaja de dejarle estar presente es que el niño ve cómo nos despedimos de los seres queridos. Gracias a ello la muerte pierde algo de su misterio. Pero generalmente antes de los seis años y cuando el niño no quiere, es mejor dejarle con alguna persona de confianza. No obstante, sí conviene llevarle en otra ocasión al cementerio para que entienda dónde está la persona fallecida.

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