¿CÓMO AYUDARLE A AFRONTAR CAMBIOS?

Coks Feenstra · Psicóloga Infantil

22 de septiembre de 2011

¿CÓMO AYUDARLE A AFRONTAR CAMBIOS?

La rutina es importante para el niño en cada etapa de su infancia. Cuando es bebé, aprende a reconocer la secuencia de los cuidados que le profesas: primero la toma, después el baño, los mimos y juegos y finalmente a dormir.

La rutina favorece su crecimiento porque al haber esquemas repetidas durante el día, el cerebro las hace suyas y sabe cuándo es hora de dormir o comer. Por ello, el bebé, que suele nacer con el ritmo del sueño invertido (duerme más de día que de noche), aprende a hacerlo al revés: dormir largos intervalos de noche y siestas más cortas por el día.

Entre el primer y el segundo año las rutinas se amplían. Por ejemplo con tu hijo desarrollas un ritual de la despedida cuando le dejas en la guardería: unos besos, saludar con la mano, darte la vuelta otra vez, volver a levantar tu mano etc. Así él entiende que ahora realmente te vas. Cada familia establece sus propias rutinas. Por ejemplo Amparo pasea todos los días con su hija y siempre paran en los mismos sitios: ante el escaparate de la tienda de animales, ante un gran edificio del que la niña sube y baja los escalones varias veces y en el parque se sientan las dos un rato en un banco, etc. Para la niña significa la alegría del reconocimiento: puntos fijos en un mundo tan lleno de sorpresas y hasta a veces desconcertante por la avalancha de impresiones. Entre los 2 y 4 años los niños suelen jugar durante ciertos periodos siempre a las mismas cosas: a ‘maestra’, piratas, cocinitas, etc. Estas actividades están relacionadas con un proceso interior; algo que están asimilando o aprendiendo, como revela su juego de ‘maestra’ en el periodo de adaptación al colegio. Algunos niños tienen un amigo invisible, lo que implica nuevos rituales: guardarle un sitio en la mesa, reñirle, acostarle y taparle, etc. Suelen ser niños creativos los que recurren al invento del amigo secreto. La fantasía les ayuda a entender mejor ciertos conceptos y asimilar con mayor facilidad experiencias e impresiones.

El aprendizaje del control de los esfínteres también se beneficia cuando va acompañado con determinados rituales. Para empezar el hábito de hacerle sentar en momentos fijos del día en el orinal, pero también el elogiar su ‘hazaña’ y llevarla juntos al váter para hacerlo desaparecer entre grandes aplausos o saludos, mientras el niño tira de la cadena.

En torno a la mesa se crean otros rituales: sentarse en un sitio fijo, darse la mano y formar así un círculo de manos antes de comer, rezar (si sois creyentes) y desearse un buen provecho. Los rituales cambian a medida que el niño crece. Pero el objetivo siempre es el mismo: brindarle seguridad y dar estructura a su vida.

AFRONTAR LOS CAMBIOS

El niño debe afrontar en su vida una serie de cambios, como sustituir la cuna por la cama, dejar el biberón por la taza, entrar en el colegio y otros. Es inherente a su desarrollo. Tal como aprende a gatear, andar y hablar en cierto momento, porque mental- y físicamente está preparado para ello, también aprende a dejar el biberón, el chupete y la cuna. No debemos dudar de ello, ya que todo niño nace con un afán por madurar y crecer. Además, suele tener un imperioso deseo de imitar a sus papás. Lo importante es intuir cuándo se da este momento y actuar en armonía a ello. Como por ejemplo:

• Cuando el niño empieza a salirse de su cuna o ésta ya no le deja espacio para moverse a su gusto, es buen momento para cambiarle. Normalmente se da en torno a los 2 años o algo más tarde. Mientras el niño aún está a gusto en su cuna y no intenta salir, no hay que tener prisa. Para el niño el paso es grande: de la seguridad de un espacio protegido debe pasar a uno más amplio sin apenas bordes. Pero su nueva cama puedes convertirla también en un nido acogedor mediante una barrera de protección, cojines y algún que otro peluche.

• Cuando coge la tetina o el pezón sin realmente succionar, cuando agarra objetos con firmeza y necesita cada vez menos su chupete, ya está preparado para beber de una taza, preferiblemente una con dos asas y una tapa de pitorro. Hasta los 18 meses no aprenderá a tomar varios tragos seguidos. Al principio es probable que por la mañana y por la noche prefiera el biberón, ya que éste es un objeto de consuelo (le recuerda a sus tomas de bebé). Así que es bueno ir alternando el biberón con la taza. En torno a los 3 años el niño suele perder el interés por el biberón y ya es hora de que utilice solamente la taza. La necesidad por succionar se ha reducido considerablemente.

• Cuando te indica que su pañal está mojado o sabe cuando está haciendo pis, es señal de que conoce sus funciones corporales. Y esto es imprescindible para saber utilizar el orinal. Así que a partir de ahora puedes empezar a entrenarle en su uso. Siéntale varias veces al día, en momentos fijos en su orinal y elógiale efusivamente por el primer resultado. Así entenderá qué es lo que quieres de él.

LA ENTRADA EN EL COLEGIO

A sus tres años debe entrar en el colegio. Este es un cambio impuesto por la sociedad. ¿Está realmente preparado para ello? En mi opinión es pronto y estoy a favor de una escolarización a partir de los 4 años, como antiguamente se hacía y que en muchos países europeos sigue vigente. Pero la sociedad actual se caracteriza por exigir a los niños una madurez temprana, como un destete temprano, una baja por maternidad corta, una escolarización temprana etc.

Algunos niños están ya lo suficientemente maduros para entrar en el colegio y disfrutar de la experiencia. Otros no. Si este es tu caso, te aconsejo no agobiarte por el tema y optar por empezar a llevarle solo por las mañanas. Con tres años la escolarización aún no es obligatoria. Un problema añadido es el control de los esfínteres. No todos los niños a los 3 años ya lo dominan bien. Muchos sufren algún que otro percance. Y más cuando aún no tengan la madurez emocional para estar en un grupo de niños. En el dominio de los esfínteres intervienen factores emocionales, así que es frecuente que el niño, infeliz en este nuevo entorno, sufra más de un percance. Esto es otro motivo por lo que personalmente estoy a favor de la entrada escolar a los cuatro años.

LA ADAPTABILIDAD DEL NIÑO

Los niños reaccionan de modo muy distinto a las nuevas situaciones, tanto en su respuesta inicial como en cuanto al tiempo que necesitan para asimilar el cambio. En otras palabras: difieren en su grado de adaptabilidad. El niño que se encuentra a gusto rápidamente con nuevos hábitos o un nuevo entorno, se adapta fácilmente. El niño que necesita más tiempo para aceptar un cambio, es menos adaptable.

Descubre el grado de adaptabilidad de tu hijo mediante estas preguntas:

• ¿Le cuesta varios días acostumbrarse a un sitio

nuevo?

• ¿Se siente incómodo con otros adultos, incluso con los que ha estado varias veces?

• ¿Le cuesta acostumbrarse a una nueva canguro?

• ¿Tiene problemas para dormirse en sitios desconocidos?

• ¿Se resiste a cambios en rutinas diarias, a pesar de tus explicaciones previas?

Si contestas con mayoría de ‘sí’ a estas preguntas, indica que a tu hijo le cuesta adaptarse a los cambios. Si la mayoría de respuestas es ‘no’, tu hijo se adapta con facilidad. El niño adaptable es fácil de llevar a los sitios, pero no hay que olvidar que también a él le benefician las rutinas. Por lo tanto no hay que sobre-estimularle ni poner su adaptabilidad a prueba, llevándole de un sitio a otro. Puede que reaccione con una rabieta, nerviosismo o mal humor. Si tu hijo es poco adaptable, debes emplear mucha paciencia: la introducción de sabores nuevos debe ir lenta; hay que evitar el dormir en sitios desconocidos; es mejor acostumbrarle solo a un lugar nuevo, como por ejemplo la casa de los abuelos en vez de varios. El cambio de la profesora y nuevos compañeros de clase, sustituyendo la guardería por el colegio, también le será difícil. Sea cual sea la novedad en su vida, siempre necesitará mucho tiempo y una gran dosis de paciencia por tu parte para ir acostumbrándose.

Premisas para cambios sin lágrimas ni traumas:

• Respeta el ritmo de tu hijo. No existe una edad idónea para los cambios, sino un estadio madurativo adecuado. Y éste varía de un niño a otro. Así que no te dejes presionar por el hecho de que ‘el niño vecino ya lo haga’.

• Prepárale ante los cambios e involúcrale en ello. Por ejemplo, puedes llevarlo a comprar la cama, el orinal, la taza, etc. Leerle libros sobre los cambios venideros también le ayudarán (el orinal, un nuevo bebé, el colegio, una mudanza, el divorcio etc.).

• Procura que no se produzcan varios cambios a la vez. Si cambias de casa, no le quites el chupete. O si nace un bebé, no le cambies de cuna (hazlo cuatro meses antes o después para que no se sienta desplazado).

• Actúa sin prisas. La impaciencia pone nervioso al niño y dificulta el aprendizaje.

• Aborda el tema con optimismo y confianza. Recuerda que todo niño tiene una tendencia innata para desarrollarse y ser autónomo. Si le cuesta algún cambio, como dejar el pañal, el chupete, la cuna etc., abórdalo desde la perspectiva de ‘que ya eres mayor, cielo’. Celebra también una pequeña fiesta para marcar este hito. A algunos niños les viene bien darles un empujoncito, ya que se obcecan en sus ideas y su tozudez les impide crecer. En estos casos la tarea (nada fácil) consiste en animarles a dar un paso sin llegar a obligarles.

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Para más información: ‘El día a día con los hijos’, reflexiones de una madre psicóloga, Coks Feenstra, Ediciones Médici.

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